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Tengo una hija especial – LORENA GONZÁLEZ

Todas las mujeres tenemos sueños diferentes, ideas y metas. Las que no quieren tener hijos y sueñan con crecer profesionalmente, las que nunca pensaron en tenerlos y la vida las sorprendió y los reciben con todo el amor, las que sueñan con viajar o tener una pareja o las que sueñan con el matrimonio.

Uno de los míos era ser madre, y un día hace casi 4 años supe que estaba esperando a mi primer hijo.
A los 4 meses de embarazo fuimos a cita con el médico para saber si era niño o niña. Estábamos muy emocionados y con muchas expectativas, junto con toda la familia, y en esa cita, en un segundo, toda la alegría se desmoronó. En lugar de saber el sexo del bebé, supimos que venía con un serio problema cerebral y que tendríamos que hacer estudios porque no sabíamos qué nos esperaba tanto al bebé como a mí. Se planteó la posibilidad de interrumpir el embarazo debido a la gravedad tan temprana del problema.

Desde ese momento tuve otra visión de la maternidad. La vida me dio una sacudida tremenda, ¿Cómo era posible que nunca hubiera imaginado que estas cosas pasaban?, ¿Quién nos dijo que nuestros hijos (as) van a ser exactamente como lo pensamos?

Muchas veces, como papás, antes de que nazca el bebé ya le tenemos equipo de futbol, ya decidimos si le va a gustar el baile, el basquet, la música, si va a ir con su papá al estadio y al equipo al que le irán.

En ese momento, cuando entendí que mi hija no sería como yo la pensé, comprendí que no estaba en mí decidir cómo sería la vida de mis hijos, mi única finalidad era dar vida y llenar a ese pedacito de cielo de amor para que fuera feliz.

El día que decidí ser madre, mi corazón estaba listo para amar a alguien más que a mí misma y para ayudarla (o) a ser la mejor versión de sí mismo.

Elisabetta, mi primera hija me dio un gran regalo: dejar ir esas ideas y aceptar y maravillarme de las personas que serán mis hijos. Sus gustos, sus preferencias, sus sueños y entender que lo único como padres que podemos hacer es acompañarlos, guiarlos por el buen camino y llenarlos de amor, pero recordando que ellos no vienen al mundo a complacer nuestros ideales, ellos vienen a encontrar los suyos. Forzar a otro ser humano a que sea lo que esperamos que sea dará pie a frustraciones tanto de los padres como de los hijos.

Elisabetta me enseñó a tener más respeto por la vida, me hice más empática con los seres más vulnerables, desde una planta que crece chueca, un animal con alguna diferencia física, gente como ella que es diferente al resto. Ahora siempre está conmigo, la idea de que el más fuerte también necesita al débil para hacerse grande en corazón, y todos tenemos derecho a cumplir nuestro ciclo en esta vida.

Después de ir acostumbrandome a ser mamá de un ser especial, la vida me sorprendió con mi segundo hijo. El me acercó a la normalidad, escuché de él por primera vez “mamá”, ví sus primeros pasos, oí su primera canción y no puedo describir cómo valoré el tener esos regalos en la vida, unos regalos que nunca pensé tener.

Mi primer parto y experiencia de la maternidad vino acompañada de grandes lecciones y sufrimiento, no es fácil vivir sabiendo que mi hija necesitará asistencia física y médica toda su vida.

Nuestra vida está rodeada de altas y bajas por su salud, es duro verla convulsionar y batallar en todo, hemos tenido que aprender a vivir el día a día con eso, agradeciendo todas las cosas buenas que tenemos y nos rodean. Es inexplicable la felicidad cuando sonríe y tiene días buenos y cuando la vemos participando en cosas de la vida diaria, gracias a ella soy la persona y madre que soy ahora.

Me siento muy agradecida por tener las dos partes en mi vida, así como mi princesa me eleva al cielo cuando está entre mis brazos, mi príncipe me hace correr y disfrutar en la tierra, al final los dos dan un balance a mi vida.

Los dos tienen diferentes gustos, necesidades e inquietudes, y ha sido un placer tratar de darles las herramientas diferentes que cada uno necesita. Me llena de orgullo tenerlos como hijos y que los dos se tengan como hermanos, creo que mi hija es afortunada de tener un compañero tan amoroso y con tanta energía. Él a su vez está creciendo con mucha sensibilidad y será un mejor hombre por eso.

El ser mamá no ha sido lo que pensé, mentiría si dijera que todo ha sido fácil, pero por las enseñanzas y el amor que he recibido no cambiaría la maternidad por nada, mis hijos me hacen querer ser una mejor versión de mí misma.

Alejandra Peart: Arquitecta y Licenciada en Letras Españolas con Maestría en Creación Literaria. Fundadora y Directora Editorial de Editorial Atemporia. Escribí el poemario En estas horas (Ed. Minimalia, 2004). Actualmente soy Directora de Contenido de la revista NES No Estás Sola, promotora cultural, editora, poeta, diseñadora editorial, feliz mamá de Rodri y esposa de Jorge. This is me.
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