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Y Frida nos recordó lo mucho que debemos honrar a los perros

Por Susana Veloz

Hace más de 12,000 años en algún lugar de esta tierra nació un vínculo inquebrantable de confianza, ayuda y amor. Un lazo irrepetible entre dos especies distintas: aquel del perro y el hombre.

Como lo explica Brian Hare en su libro The Genius of dogs, la conocida idea de que el hombre comenzó a criar cachorros de lobos hasta convertirlos en sus mascotas es poco probable pues en realidad esta relación era de competencia por los recursos. Para estar arriba de la cadena alimenticia había que ser grande y poderoso. Los Neandertales claramente no lo eran frente al ancestro del lobo.

Pasado el tiempo y ya en Europa, el Homo Sapiens encabezaría una lucha por subir estrados en la cadena alimenticia. Así, con sus primeras armas proyectiles, exterminaríamos a varias especies de animales, menos a los osos y al famoso Canis Lupus.

En esta historia de desencuentros, el tiempo siguió pasando hasta que un buen día, un lobo más valiente entre su camada, con menos miedo y más interesado en el hombre, decidió acercarse. Ellos, dice Hare, en un proceso de selección natural, finalmente nos eligieron.

Hoy, lo que conocemos como perro doméstico, ya nada tiene que ver con su ancestro ya extinto y en ello, la domesticación, definida como un proceso de selección contra la agresión, ha jugado un papel muy importante.

Entender a nuestro mejor amigo no ha sido fácil. Primero, porque el interés de estudiar el comportamiento y el conocimiento en otras especies fue acaparado por los primates durante los años 60-70. Los perros, al considerarse domesticados, no eran de interés, pues habían perdido sus habilidades salvajes.

No fue sino hasta la década de los 90 que el boom de estudios en perros tomo lugar. ¿Cómo actúa un animal que se encuentra repartido en cada continente de esta tierra? ¿Sienten, infieren, piensan? ¿Cómo ha pasado de ser nuestra mejor compañía a sernos de gran utilidad en toda clase de tareas?

Para poder entender a nuestro mejor amigo, los estudios cognitivos han revelado lo siguiente:

Tienen las habilidades comunicativas de los niños.

Como un infante, los perros desarrollan a temprana edad (desde las 24 semanas) habilidades sociales. Buscan nuestros gestos, miradas y reacciones. Leen nuestras intenciones. Por ello, saben perfectamente cuando estamos tristes o enojados. No es solo nuestro tono de voz. A través de observarnos, van acumulando conocimientos y en un caso avanzado, resuelven problemas.

En el caso de los lobos, ellos no buscan nuestra mirada y son muy cautelosos del ser humano. ¿Será que hoy en día, cuando los vemos es para cazarlo y exterminarlo?

 

Aprenden muy rápido.

Los experimentos cognitivos, han llegado a la conclusión de que pueden aprender solos, con ejemplos o viendo a otras personas o perros. La capacidad que tienen de leernos les permite imitar, ser empáticos y colaborar.

Quienes han demostrado carecer de la paciencia para enseñarles, hemos sido nosotros los humanos.

 

Son altamente tolerantes.

Ser un ser social significa vivir en conjunto con más de la especie y cooperar. Y para cooperar se requiere de tolerancia. El ser amigable, no solo hace que una especie sobreviva, sino que también la hace más inteligente.

En palabras de Hare, “el lobo, a pesar de ser un ser social, jamás dejaría que otro miembro de su manada le oliera el trasero”. Además, “los perros adultos son mucho más juguetones que un lobo adulto”.

Todos estos estudios cognitivos, han puesto sobre la mesa, algo que los amantes de los perros ya sospechábamos. Quienes tenemos perros, juraríamos que solo les falta hablar y nos siguen sorprendiendo aquellas historias de los largos recorridos que pueden hacer para encontrar su hogar o nos podemos afligir cuando ellos dan su vida por nosotros, rescatándonos o previéndonos del peligro.

Las características antes mencionadas, unidas a sus habilidades físicas, los han hecho expertos en diversas tareas.

Como guías para personas con discapacidades visuales, detección de bombas en las guerras, detección de narcóticos, de terapia donde el simple hecho de dejarse abrazar mejora la salud en personas hospitalizadas, pastoreo de animales de granja, para búsqueda y rescate, en trineos de perros, detección de enfermedades, etc.

Entre más los conocemos y estudiamos, más se van ganando nuestros corazones y más involucrados en nuestras vidas están.

Esto ha sido el sentimiento que ha aflorado en los trágicos eventos de septiembre en la ciudad de México, Chiapas, Oaxaca y alrededores. Observar a los perros rescatistas ha puesto nuestra atención en lo mucho que ambas especies nos necesitamos. Pero también pone a la vista de todos, la incapacidad del ser humano para tratar de entenderlos, honrarlos y buscar su bienestar.

Ellos son seres muy especiales. En su largo viaje junto a nosotros, han logrado conocernos mejor que otra especie. Nosotros a cambio, los hacemos víctimas de nuestro maltrato y negligencia. Los amarramos, los ponemos en azoteas, los mutilamos, los regañamos, los abandonamos, no los esterilizamos y los matamos cuando dejan de servirnos.

Dicen que de las tragedias el ser humano saca lo mejor de sí mismo. Ojalá que esa imagen que hoy en día circula en redes sociales de “Frida” y sus secuaces de 4 patas rescatando al ser humano, nos hagan comenzar a honrar el vínculo que tenemos con nuestros perros.

La vida, para ellos sería 1000 veces mejor. La nuestra, con el simple hecho de que al menos uno de ellos nos mueva la cola, ya lo es.

 

Fuente de foto

Susana Veloz: Realicé mis estudios de fotografía en la Ciudad de México, especializándome en Técnica Polaroid, Arte Zen, Iluminación y Retrato. Mi trabajo ha sido publicado en diversos medios impresos. Desde 2007 me dedico a la docencia. Hoy divido mi tiempo entre dar clases, realizar sesiones y rescatar perros de la calle.
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