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Amor de madre

Por Laura Prieto

Mayo es oficialmente el mes para festejar a las madres, las canciones de maternidad nos recuerdan lo intenso y abnegado que es su amor. De niños cada año participábamos en festivales, bailábamos y gritábamos a todo pulmón el amor a nuestras mamis y ellas presentes en cada fiesta se enorgullecían. Sus ojos se aguaban de vernos flamantes en el escenario. Es hasta hoy que soy mamá, que me doy cuenta del amor tan puro e incondicional que da por siempre una madre.

El amor se puede llevar en la piel y creo que he hecho cientos de tatuajes de hijos honrando a sus madres, son pocos los hijos que se tatúan siendo muy jóvenes, en su mayoría son adultos que ahora tienen su familia, algunos las honran en vida, otros a las pocas semanas de fallecidas, pero todos lo hacen con el mismo amor, y cada historia tiene algo en común: agradecimiento.

Solía ser de las que tachaban de cursis los comerciales de las madres llorando al ver los logros de sus hijos, no entendía las llamadas de preocupación de mi mamá cuando era tarde y no me reportaba, me reía cuando me decía que hasta el final de sus días yo sería su hija y ella siempre estaría pendiente de mí. Lo admito, no fui una hija fácil de tratar, por momentos ella fue la mamá más mala del mundo, me parecía exagerada su protección, pero hoy, al contrario, creo que fue muy paciente conmigo.

El amor maternal es tan intenso que hasta duele, todo da miedo, preocupa, hablamos con dioses y entidades pidiéndoles por la seguridad de nuestros hijos, y lo admito, lloro en cada festival de mi crío, cada logro es un orgullo, cada lágrima de mi hijo duele. Tener un hijo hace que seamos conscientes del tiempo, de la vida, también nos hace valorar la crianza que nos dieron, veo al pasado y admiro y respeto la crianza de mi madre y mi abuela, me llena de orgullo parecerme a ellas, le he encontrado una especie de misticismo a las mujeres que vinieron antes de mi, veo fotos de mi abuela y de mi mamá y me detengo a observar sus brazos fuertes que cargaron vida, miro los míos y me identifico, dejo quejas a un lado, sigo adelante en mi papel de mamá, y lleno a mi hijo del amor incondicional que viene desde las mujeres de mi pasado. No hay forma de agradecer la fuerza del amor que viene desde las antiguas madres y que va pasando de una mamá a otra, gracias por tanto amor.

Mi abuela esperó por más de veinte años a su hijo mayor, que se fue de casa cuando era un adolescente y de ahí, sin más, nadie supo de él, lloraba al recordarlo, preguntándose dónde estaba, si vivía, si comía, o estaba muerto. Ella nunca perdió la esperanza de volver a verlo, yo era una niña, no lo entendía, no entendía porque lo seguía esperando, si tenía a otros once hijos que la amaban y estaban con ella, mi mamá me decía que cuando fuera madre iba a entender, al final mi tío regresó y mi abuela pudo vivir en paz, murió un tiempo después. Veo al pasado y ahora entiendo todo, pero no sé de dónde mi abuela sacó la fuerza para esperar tantos años, cómo seguía su día a día con un pedazo de su corazón perdido. Con tanto amor que hace daño, el amor incondicional, ahora entiendo que no es un simple decir “voy a amar de forma alocada, sin límites ni condiciones” y que te programes, lo planees y lo hagas. No, desde el momento que estás en la espera de tu hijo algo empieza a crecer, puede ser instinto o el deseo de la continuidad de la sangre, no sé, la espera en sí tiene sentimientos extraños, mezcla de ansiedad, alegría, miedo, amor, todo en uno, pero lo que se siente cuando sale tu hijo de ti, es amor, simplemente amor. Tu corazón se multiplica, así, pleno, incontrolable, un amor que nunca antes ni por nadie más podrías sentir, es increíble, es salvaje, nos viene de millones de años atrás, sentir que das la vida por tu hijo, cuidar más la vida de tu crío que la propia, es un amor incondicional y al ver a mi madre, con tantos años con este amor, me hace admirar la capacidad que se nos dio a la mujer de amar, el amor no se acaba, crece, así es el amor de mamá.  No estás sola.

Laura Prieto: Nací en Saltillo, Coahuila hace 32 años. La vida me llevó a aprender a tatuar, complementé mi aprendizaje estudiando artes gráficas y haciendo toda cosa creativa que llegara a mí. Ahora soy madre, esposa, llevo 14 años en el mundo del tatuaje y sigo feliz y encantada de trabajar en lo que estoy.
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