Personajes

Por Clara F. Zapata Tarrés

No puedo reír… Esta situación es una metáfora de la ironía.

1.Cada lunes, miércoles y viernes pasa el camión de la basura por mi casa. Siempre he sentido admiración por estos hombres que se transforman en maratonistas involuntarios, gimnastas de halterofilia, son como seres de otro planeta, con su fuerza, su sonrisa y su velocidad. Corren a la misma prisa que avanza el camión que despide olores fétidos. No paran nunca, mantienen el ritmo, constantes siempre.

Tal vez todo lo que percibo es imaginación y forma parte de ese pasmo y asombro que me genera su paso. Se encuentran en el mundo paralelo flotando con sus espíritus alienados. Nunca se ven enojados, sólo ausentes. Se ríen de manera sarcástica de sus horas y sus días. De pronto alguien les da “para el refresco” por llevarse basuras prohibidas, árboles, muebles viejos y otros les dan ropa usada o juguetes que colocan en la parte baja lateral del camión. Son expertos en clasificar, ordenar y descubrir alguna sorpresa que alguien les da creyéndose generoso, u olvidó en alguna prenda. La dignidad ahí está. El sarcasmo y la mirada orgullosa y penetrante permanecen. Hoy es necesario burlarse de los virus y de la enfermedad. La realidad cruda no los enmudece. Ellos miran a la muerte de frente. ¿Habrá otra salida?

2. Cada día, algunos vecinos salen de sus casas muy temprano para ir a trabajar a alguna de las fábricas de mi pueblo que aún no ha cerrado. El trabajo es la herramienta que los ha empoderado. Obreras, obreros, tampoco les ha importado mucho la consigna. No hay salida. Hay que pagar las deudas, las casas de infonavit y sobre todo las cervezas de cada semana. Se hacen fiestas para olvidar un poco la imposibilidad de retomar las normas. Los de abajo nunca descansan, ellos son los explotados y se aligeran los temores con la caguama vespertina o matutina según haya sido el turno industrial. Los hombres, orgullosos de haber cargado las piezas más pesadas de la compañía automotriz. Las mujeres empoderadas de saber que sus manos finas pueden detectar defectos al tacto en cada carro. Ellas deciden cuál sí pasa el control de calidad para salir a lucir la marca millonaria. Se paran frente al enorme robot que domina la escena. Algunos de sus jefes han sido sensibles. Comparten la tragedia de la soledad y la pandemia y se ajustan, se aprietan el cinturón, se bajan el sueldo y regalan permisos.

3. Mujeres. Mujeres embarazadas. Mujeres amamantando. Mujeres trabajando. Siguen recomendaciones internacionales. Dar leche materna se ha vuelto la salvación. Ahora sí todos hacemos caso a la OMS. Se prenden a sus hijos al pecho como si cada día fuera el último. Perciben la mirada infinita y amorosa del bebé que esperará la tarde para volver a aferrarse a la salud. Ellas salen, elaboran su jornada laboral con el convencimiento, la confianza y hasta la fe de que llevan en sus senos la medicina prodigiosa. No queda de otra. Se extraen su leche y las dudas comienzan a aterrizar en la pista de esta incertidumbre colectiva. La enfermedad es imaginada porque todavía no llega. Y al no ver, no creer. Dan las 3, las 5, las 6 y se viene el regreso a casa. Antes de entrar, se desnudan guardando su ropa en una bolsa, se quitan los zapatos, se ponen desinfectante y entran al baño a lavarse, a esperar que el jabón mate. Se cuidan, están atentas y en tensión. Abrazan al bebé que esperó sus ocho horas para regresar a su espacio, su nido. Llega la calma al fin. Encuentran su lugar. Pero el miedo persigue porque a pesar de las normas improvisadas y poco claras, los derechos tardan en llegar. Los jefes no siempre están o estarán dispuestos a reconocer y a acatar. Más aún cuando nunca ha habido casi ningún derecho, ningún seguro, ninguna certeza, ninguna justicia.

4. Muchos médicos y enfermeras que han estado en diferentes frentes de batalla. Esta es una particularmente arriesgada y necesitan unas grandes cantidades de valentía. Sin querer, la pandemia nos ha dado el reflejo de lo que somos. Somos injustos, tenemos fallas inmensas en relación con los derechos laborales. Los médicos, algunos, trabajan firmando hojas informales acerca de perpetrar un sistema atascado de actividades irracionales. Hay doctores residentes que trabajan miles de horas, otros que dan su vida emocional y se encariñan con cada sonrisa infantil enferma. Hoy, ellos, están al frente, arriesgan cada célula. Han demostrado realmente su vocación. No les importa. Quieren servir, a pesar de todo, a pesar de nada. Se conforman con tener ese orgullo, esa mirada de empatía y compasión, ese agradecimiento de sus pacientes. La injusticia se presenta ante ellos porque a veces, a pesar de su entrega incluso espiritual, los vemos como dioses y les aplicamos el castigo divino cuando fallan. Su bata blanca nos impone y en ocasiones les hemos faltado al respeto sin mirar, sin escucharlos a ellos. A partir de hoy, de estas semanas y días, probaremos nuestros valores y nuestra propia templanza. La muerte también se les pone de frente, sin tapujos ni excepciones. Decimos que están acostumbrados y nos acostumbramos a verlos insensibles.

Escribo desde el privilegio. Puedo elegir. Intento en estos días abrazar a través de una pantalla a todas esas madres que han tenido a sus bebés en estos días inciertos. Dicen que viene lo peor. Intentaré, desde mi cuarto de cuatro paredes sostener, envolver y perpetrar las miradas y los sentimientos. Intento inventar historias, construir y pintar, escribir y bailar. Confiar es lo que nos queda. Saber que cuando todo esto termine podremos valorar lo que habíamos perdido. Sabremos que no estamos solas, porque podremos llorar al ponernos en el lecho de nuestra persona más querida, sabiendo que una mano, un abrazo o una mirada nos puede contener y asegurar que todavía existe el amor.

*”Las opiniones expresadas en este texto son solo mías y no necesariamente reflejan las opiniones de la Liga de La Leche”.

Clara Zapata

Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.

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