Bondad y esperanza: mi guía

Por Clara F. Zapata Tarrés

No tenía planeado escribir sobre esto.

Ayer viajamos a la Ciudad de México y nos ocurrió un evento inesperado y muy desafortunado pasando por Tlalnepantla. Quizás los que viajan pueden adivinar o recordar que siempre hay unos “fantasmas” vigilando y viendo a ver de quiénes se aprovechan durante el trayecto. Hace años que no nos sucedía…

Entre corrupción, semi-oscuridad, miedo y enojo, nos salieron lágrimas y pudimos librarnos en unos cuantos minutos. Fue desesperanzador y muy frustrante. Y no me quiero detener en ello. Sólo afirmar que nadie tendría que pasar por estos eventos tan patéticos de nuestro México.

Y bueno, de lo que puedo rescatar, a pesar de sentirme completamente vulnerable y más herida (porque después de este año de pandemia una está aún más frágil que nunca), es la palabra BONDAD.

La verdad es que odio las palabras optimistas que cada fin de año algún coach o alguna persona cercana (amiga o no) retoma para “alegrarnos” o en ocasiones decirnos que “exageramos” en negatividad.

Esta vez hago el intento… Me parece que es porque ya se ha venido el límite, mi propio límite de aguante y sí, necesito como muchas de nosotras, retomar y recomenzar, para rescatar la esperanza, que es una palabra netamente humana. Las retomaré, la bondad y la esperanza, como un claro ejemplo de que sí pueden ser practicadas con esfuerzo y mucha persistencia.

Cuando nace un bebé, sí creo firmemente, en que existen. Las madres así como las personas que estamos cerca de ese ser que acaba de llegar al mundo hacemos todo lo posible por comenzar y renacer de manera que se sienta protegido y bienvenido.

A pesar de algunas circunstancias que podrían marcarnos, en general, el nacimiento de un bebé es bondadoso y esperanzador. Nos da la oportunidad de crear un ambiente en el que la paz, la tranquilidad, la seguridad sean el eje para regalar el amor incondicional que sale, sin ningún esfuerzo. Nos mantenemos resilientes, superamos dificultades de lactancia, somos capaces de pedir ayuda, nos convertimos en esas leonas mamíferas con garras y dientes y así, protegemos y defendemos a nuestras/os cachorras/os.

Pasan los días y nos damos cuenta que el apego seguro toca a nuestra puerta y que sí es posible derribar mitos y hacer lo que nos de la gana. Empezar de cero. Saber que podemos cargarlos, embracilarlos, mirarlos, olerlos y amarlos para siempre con honestidad.

Van creciendo y nos demuestran en cada gesto muestras de agradecimiento sin que se los pidamos. Cada mirada está llena de amor que no espera reciprocidad pero la recibe. Hagamos lo que hagamos nos aman y admiran. Somos su refugio, su esperanza, su consuelo. Nuestro pecho calientito, tibio y amoroso los protege de cualquier adversidad. En sus ojos, la bondad se presenta naturalmente, como la espuma de la ola que acaricia y calma. No esperan nada a cambio, pero nos derretimos y tratamos de devolverles algo de lo que nos brindan.

Y siguen creciendo, con sus retos a cuestas, con sus dudas y preguntas existenciales. Nos toca ahora amarlos a pesar de todo, incluso con esa incomodidad de adolescentes buscando la autonomía. Esos ritos de paso que se dan de manera paulatina nos dan la oportunidad de crear actos mágicos que nos hacen cómplices.

Y después ya grandes, ellas, ellos y nosotras podemos seguir cultivando esa bondad y esa esperanza.

Después de ese día desesperante y triste o lleno de rabia, visité a mi mamá. Platicamos como siempre lo hemos hecho, con la confianza y madurez que nos da el convertirnos en adultas pero siempre dejando que aflore nuestra infancia, nuestra niñez interior. Después de comer un delicioso banquete elaborado por mi papá, nos fuimos a acostar a hacer una tradicional siesta vespertina.

Almohada con almohada, mirada con mirada, mano con mano, espíritu con espíritu: ahí estuvimos 2 horas las dos, abrazadas en alma, con la consciencia plena del amor que hemos construido juntas, ya desde hace más de 45 años (mi edad). Hemos tenido nuestras altas y bajas, nuestras contradicciones propias, nuestra lucha por romper el cordón umbilical y reconstruirlo hoy. Con la sabiduría de que para edificar hay que esforzarse cada día y no sólo dejar que se dé. Fue una tarde muy placentera y simbólica.

Mi conclusión de estos dos días tan intensos, uno terrible y otro realmente maravilloso, es que podemos cambiar nuestro sentir con bastante persistencia y unas pizcas de ganas. No es fácil pero lo más hermoso es que puede revivir la esperanza y el saber que la bondad sí se puede conseguir. Recobremos la memoria, hagamos rituales amorosos, abracemos a los que queremos, hagamos actos bondadosos para tener la recompensa de la esperanza…

diciembre 13, 2020

Clara Zapata

Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.

DEJA UN COMENTARIO

LECTURAS RELACIONADAS