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Las ocho ramas del Ashtanga Yoga (Parte 4) – El Pranayama

Por Mayte Cepeda

En el día a día, no es muy común que nos detengamos a agradecer y contemplar todas nuestras bendiciones. Y digo esto porque las rutinas y las prisas usualmente se apoderan de nosotros y al abrir los ojos gracias a un despertador ruidoso, de pronto nos damos cuenta que ya se nos hizo tarde y corremos a realizar todas las actividades que tenemos programadas para el día: iniciar rutinas, preparar a los niños para llevarlos a la escuela, quienes trabajamos dejar todo listo para correr al trabajo, quienes trabajan en casa, igual apurarse en realizar las labores de la casa, el súper, el banco, los pendientes que hay que terminar antes de que llegue el segundo turno: recoger niños, dar de comer, apoyar en las tareas, las clases vespertinas, el baño, la cena, dormir niños. Y de ahí, si encontramos un ratito para leer, ir al baño tranquilamente o para hacer una llamada telefónica –a solas—ya estamos de gane.

Entonces, pocas veces –más no quiero generalizar—nos damos cuenta de los regalos diarios con los que amanecemos. Abrir ojos, caminar, ir al baño, pensar, respirar, en fin, el sólo hecho de amanecer. Y aquí es donde quiero centrarme. En el primer aliento consciente que hacemos al despertar, gracias a nuestra capacidad de respirar.

La respiración, digamos que es la “mera mera” que nuestro cuerpo necesita para funcionar. Tristemente no siempre la aprovechamos al máximo, para obtener los mayores beneficios posibles que ella le puede dar a nuestro organismo. Caemos comúnmente en lo que se llama “respirar por supervivencia” que no es más que el movimiento técnico, imperceptible e involuntario que hacemos de inhalar para captar oxígeno y exhalar para expedir dióxido de carbono solo para seguir vivos y funcionales, gracias a un proceso metabólico de nuestro organismo.

Para comprender un poquito más sobre la real importancia de la respiración, de un maestro escuché una fábula extraída de los Upanishads la cual decía que alguna vez, hubo una disputa entre la vista, los oídos, el habla, la mente y la respiración, para saber quién de ellos era el más importante para el cuerpo humano, y le preguntaron a Brahman: ¿quién de nosotros es el mejor y más importante? Él, les respondió: “hagan esto: cada uno de ustedes deberá abandonar durante un año al cuerpo, con ello el cuerpo decidirá cuál de ustedes resultó ser el más necesario e importante”. Así, el habla se fue, dejando al cuerpo sin hablar durante todo un año. Cuando éste volvió, partió la vista durante un año y el cuerpo se quedó ciego sin posibilidad de ver. Después, se fue el oído y en todo ese año el cuerpo no escuchó nada. Volvió el oído, la mente se fue y el cuerpo se quedó loco y sin pensar. Al final tocó el turno de partir a la respiración y tan pronto como se fue, el corazón tuvo problemas para funcionar, el habla cayó en desesperación perdiendo su capacidad de crear sonidos, los ojos perdieron su capacidad de poder de ver, los oídos ya no escuchaban y la mente perdió su inteligencia. Todos estos órganos y sonidos gritaron: ¡regresa, respiración, regresa! ¡Tú eres la más grande e importante para todos nosotros! La respiración regresó y el cuerpo se recuperó de inmediato.

El Pranayama

Reconociendo la gran importancia de la respiración en nuestro ser, ¿qué tal si la hacemos de manera consciente y controlada, a fin de conseguir mayores beneficios a los que ya tenemos gracias a su funcionamiento? Bueno, pues a esto se le llama pranayama. El pranayama, como cuarta rama del Ashtanga Yoga se divide en prana que se refiere a la energía vital contenida en la respiración y ayama, que significa control y alargar. Pranayama constituye una serie de técnicas de respiración que al practicarse se convierten, además en un método sencillo para meditar y controlar nuestro cuerpo físico, aliándonos con la mente. Cuenta con tres elementos indispensables: la inhalación o puraka, la exhalación o rechaka y la retención o kumbhaka. Esto puede leerse muy técnico o complejo, pero es algo que todos hemos realizado por lo menos una vez y posiblemente sin darnos cuenta.

Ahora ¿imagínate las ventajas de explorar nuestra respiración y poder hacerla consciente? Me gustaría seguir escribiendo sobre pranayama y sus muchos beneficios, más creo que si te invito a hacer una práctica de pranayama sencilla servirá mucho más y sentirás en poco tiempo los beneficios. Una técnica sencilla de pranayama con la que puedes empezar desde la comodidad de tu casa o donde te encuentres se llama samavritti pranayama y consiste en igualar el tiempo de las inhalaciones (purakas) con las exhalaciones (rechakas). Para igualarlas, puedes usar los dedos de tus manos e ir contando tiempos, iniciando con cuatro tiempos para inhalar y cuatro para exhalar y conforme vayas avanzando y dominando ir aumentando los tiempos, hasta el punto en que sientas que puedes lograrlo. Aquí te va en pasos:

  • Busca un espacio en silencio ni distracciones (ruido, luz en exceso). Siéntate en una posición cómoda con espalda recta y si es necesario recargarte, que sea una superficie derecha y firme (pared). Cruza tus piernas en lotto, medio lotto o cualquier posición que puedas y que las piernas estén cruzadas y cómodas sin dolor.
  • Cierra tus ojos, busca conectarte con el silencio y darle prioridad en tu mente al sonido que se genera con tu respiración, emplea sólo la nariz (la boca permanece cerrada). Dura en este proceso unos dos minutos hasta que encuentres serenidad, y hayas dejado de atender ruidos y elementos externos, conectándote así con tu interior.
  • Comienza a inhalar por cuatro tiempos sin forzar. Exhala por completo sacando todo el aire en otros cuatro tiempos. Repite esto en un set de diez veces.
  • Aumenta los tiempos, haciendo así varios sets, es decir, cinco tiempos de inhalación y cinco de exhalación por diez repeticiones, seis por diez, y así por los tiempos de respiración que logres durante unos diez minutos.
  • Termina de manera consciente quitando la técnica en la respiración y llevando aire a tu ser de manera suave y sin técnica, relájate con ojos cerrados. Si puedes, recuéstate por unos minutos más e incorpórate despacio. Verás cómo te sentirás en calma, tranquila (o) y con mucha energía.

Esta es una de muchas técnicas que existen con las cuales puedes hacer pranayama, escuchar tu interior, aquietar tu mente y vivir un gozo y bienestar completo. Namasté!

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Mayte Cepeda: Yogini ~ abogada ambientalista ~ mamá ~ esposa ~ hija ~ hermana ~ enamorada de la naturaleza, la vida, la familia, los libros y la música ?
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