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MARÍA ISABEL DOMÍNGUEZ

Recuerdo que cuando era pequeña me gustaban mucho los animales. Vivía en la Ciudad de México y pasaba mucho tiempo con las mascotas de la familia. Cuando veía perros en la calle siempre pensaba que me gustaría llevármelos a mi casa, como muy probablemente muchos de nosotros. Evidentemente mi abuelita nunca lo permitió, sin embargo, me prometí que cuando fuera grande me llevaría a algunos de esos perros necesitados a mi casa… y no defraudé a aquella niña.

Confieso que abandoné ese sueño al abrirse en mi camino otros sueños diferentes: mi carrera, mi matrimonio y mis hijos. Ha sido un viaje hermoso el ser madre de Juan Pablo y Michelle. Mi amor por ellos volcó todos mis recursos en atenderlos. Pero un día crecieron y pude retomar mi sueño de la infancia. No todo fue planeado: cuando ellos tenían 9 y 6 años, apareció una perrita cruza de Schnauzer y entró a la casa a jugar con los niños. Estábamos contentos de que estuviera en la casa, pero no tenía un lugar definido y no sabríamos si se quedaría. De pronto un día se fue, se salió de la casa y mi hijo mayor se puso muy triste. Cuando menos lo pensamos, regresó sola, entró a la casa y brincó a la cama como diciendo: “Está bien, acepto ser parte de la familia”. Así fue como empezó la aventura, como familia, de ayudar poquito a poquito a algunos perros sin hogar.

En el fraccionamiento en el que vivimos había un perro en una construcción, pensamos que quizá era de alguno de los albañiles, pero no. Los albañiles se fueron y el perro quedó ahí solo. Era un Pitbull, tenía miedo y hambre. Poco a poco lo convencimos de salir y lo llevamos a la casa. Nos motivó mucho que pudimos encontrar a su dueña original medio de Facebook.

Así han pasado por nuestra vida 75 perros, 2 gatos y algún que otro pájaro, a los cuales les hemos encontrado hogar, los hemos regresado a sus dueños originales o se han quedado con nosotros. Mi hijo Juan Pablo, también ha traído perros de la calle. Mi hija Michelle ayuda activamente en la asociación de su escuela y con la difusión. ¡Nuestros amigos y los amigos de nuestros hijos ya piensan de forma diferente! Han empezado a adoptar, a ayudar a perros o por lo menos a difundir y tratar más dignamente a los propios.

Actualmente en nuestra familia tenemos 8 perros y un gato. De momento tenemos sobre carga de perros y a ninguno de estos queremos en darlos en adopción. Así que por ahora ayudamos mucho con la difusión y a otras familias a hacer lo mismo: ayudar a un perro por vez. Pensamos que, si todas las personas trajeran a sus perros identificados, si esterilizáramos a nuestras mascotas, si no dejáramos de buscar al perro que se nos perdió o diéramos hogar a uno o dos, la gran cantidad de perros sin hogar disminuiría muchísimo.

Es importante saber que en la perrera se sacrifican alrededor de 70 perros por semana y en la calle seguramente mueren más. Considero que, como seres humanos, es nuestra responsabilidad ayudar a esta raza que depende totalmente del hombre y que hemos obligado a reproducirse desmedidamente sin pensar en las consecuencias, ni responsabilizarnos de aquellos que se quedan sin hogar. Estoy sumamente agradecida mi esposo y con mis hijos por ayudarme y por aceptar esta decisión de ayudar a los perros.  Me siento honrada de que sean mi familia.

Artículo tomado de nuestra edición impresa

Alejandra Peart: Arquitecta y Licenciada en Letras Españolas con Maestría en Creación Literaria. Fundadora y Directora Editorial de Editorial Atemporia. Escribí el poemario En estas horas (Ed. Minimalia, 2004). Actualmente soy Directora de Contenido de la revista NES No Estás Sola, promotora cultural, editora, poeta, diseñadora editorial, feliz mamá de Rodri y esposa de Jorge. This is me.
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