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Pelusa salvó mi vida

Por Laura Prieto

En esta ocasión, hablaré de tatuajes en honor a las mascotas, ¿quién no ha crecido con alguna mascota?, independientemente de la edad que tengamos cuando adoptamos, tener una mascota en nuestra vida nos hace crecer, la vida es más completa. Cada mascota, toca de diferente manera el corazón de quien tiene el privilegio de compartir los días con ella, es hermoso que un animal pase toda su vida con nosotros, siendo nosotros su mundo entero.

He tatuado perros, gatos, cuyos, hámsters, periquitos, serpientes, tortugas, huellas de perro, huellas de gato, nombres de mascotas, y cada cliente queda enamorado de su tatuaje mayormente por el significado. Hay quien ha sucumbido al llanto, porque así de intenso y bonito es el amor que podemos sentir por nuestras mascotas.

Cada historia que llega ha sido hermosa, pero hoy les contaré una que espero pueda ayudar a quien esté pasando por alguna depresión, mal momento, situación de violencia o soledad, dado que, vivimos en una ciudad que, lamentablemente sin mayor alarma o campaña que pueda ayudar, presenta una ola de suicidios desde hace años, me parece que la historia de hoy puede ser útil, para alguien que esté pasando por un momento difícil:

Llegó una chica al estudio, de veintitantos, dijo que era originaria de Chihuahua, quería su primer tatuaje, me llevó una foto de una perrita, criolla, no estoy segura si era french poodle o maltés, o una combinación de ambas, color blanco, los ojos de la perrita eran brillantes y tenía una bonita sonrisa perruna. La chica quería que le hiciera un diseño, entre caricatura y realidad, y que llevara el nombre “Pelusa”, quedó un diseño hermoso, empezamos a trabajar, fueron muchas horas de trabajo, y ahí fue que me compartió su historia:

Se había casado por mandato de su madre a los 19 años, porque un día no llegó a dormir a su casa, lo que significaba la deshonra a la familia. Se casó, no estaba embarazada, pero aun así la obligaron a casarse, no conocía al hombre, llevaban un par de meses de novios cuando se casaron. El esposo, mayor que ella, a los pocos meses la empezó a maltratar, ella pedía ayuda en su casa, pero la familia le dio la espalda. Durante dos años, sufrió el abuso de su pareja, y la soledad que era no tener un hogar a donde regresar, dónde refugiarse.

Cuenta que ella trabajaba, era una mujer que podía ser independiente, pero el yugo de su esposo y de su familia, le impedían darse cuenta que era una persona que valía mucho. Tiempos peores llegaron, y un día, después de una golpiza, salió a caminar, pensando en que lo mejor era irse de este mundo. La caminata la llevó a pasar por un crematorio, y lo vio tan silencioso y tranquilo, que consideró más profundamente la idea de quitarse la vida y escapar, pero pasó de largo. Siguió caminando sin rumbo, cuando estaba a punto de anochecer, regresó a su casa, volvió por el mismo camino y pasó otra vez por el crematorio. Cuenta que afuera del crematorio había un enorme árbol que formó un piso de hojas en la banqueta, y de repente, en la penumbra, escuchó que las hojas se movían, buscó el origen del sonido y era un perrito que, al verla, se tiró de panza y le sonrió, ella le hizo unas caricias y al alejarse de él, la siguió. Cuando volteaba a verlo, se tiraba de panza y le sonreía, le hacía cariños, bajó a su nivel y el perro la abrazó. Se armó de valor y regresó a casa con el perro, que resultó ser una cachorrita, el esposo, a regañadientes, la aceptó.

La chica empezó a sonreír más, caminaba cada día con la perrita, a quien llamó Pelusa y por un tiempo parecía que la violencia y tristeza en su casa se habían disipado. La perrita le hizo pensar qué le pasaría si a ella le pasara algo y como augurio, a los pocos días, la violencia al hogar regresó. Entre gritos y objetos arrojados al aire, la perrita salió en defensa de su dueña, tratando de morder al agresor, a lo que respondió con una patada, lanzando a la perrita contra una pared y rompiéndole una costilla.

La pelea terminó con algo más que moretones y huesos rotos, terminó con una chica que se dio cuenta que esa vida no era digna para ningún ser vivo, por lo que en unos días planeó su escape. Se marchó de noche, con lo que llevaba puesto y con quien le había abierto los ojos y sacado de su depresión: Pelusa. Una tía le abrió las puertas de su hogar, aquí en Saltillo, puso tierra de por medio y con valor, decisión y sin miedo, se divorció, a sus casi 22 años empezó una nueva vida.

Cuenta que el esposo “arrepentido” quiso hacerla volver, pero ella más que nunca tenía los ojos bien abiertos. El día que la tatué pude ver a una sobreviviente, al maltrato y lo que puede llegar a hacer el que mermen tu voluntad y tus ganas de vivir. Ella dice que quien la sacó de su depresión fue su perrita, que por una razón divina la encontró afuera de un lúgubre lugar, que en su estado mental ella vio como un lugar de paz. Dice que su mascota le dio el valor para escapar, ver que un animal de menos de medio metro de altura tuvo el valor de enfrentar al verdugo, le hizo abrir los ojos y sentir que ella podía ser valiente y podía escapar de ese infierno. El retrato de su perrita, se lo hizo arriba del tobillo, tapando una cicatriz producto de una de las golpizas. “Pelusa salvó mi vida” dijo con una sonrisa.

Seguí teniendo contacto con mi clienta, ahora 7 años después de escapar de su pesadilla, está felizmente casada, tiene un hijo y Pelusa es casi una ancianita regordeta que sigue llenando de sonrisas su vida, son felices, son una familia de cuatro.

Una mascota puede cambiar tu vida, una mascota puede salvar tu vida, una mascota le da sabor a tus días y en ocasiones tú puedes cambiar la vida de un animal que necesita de una familia, nunca sabremos si es un ángel que nos han enviado del cielo para darle otro sentido a nuestros días.

No estás sola.

Laura Prieto: Nací en Saltillo, Coahuila hace 32 años. La vida me llevó a aprender a tatuar, complementé mi aprendizaje estudiando artes gráficas y haciendo toda cosa creativa que llegara a mí. Ahora soy madre, esposa, llevo 14 años en el mundo del tatuaje y sigo feliz y encantada de trabajar en lo que estoy.
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