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APRENDER A CALLARSE, UN POCO

Liliana Mendoza

La frase del dibujante argentino Quino “No es necesario decir todo lo que se piensa, lo que sí es necesario es pensar todo lo que se dice”, está relacionada con adquirir la sabiduría en los momentos en donde es mejor apaciguar los pensamientos, ya sea porque no han madurado o no es el momento de decirlos para razonarlos mejor.

Las palabras son muy poderosas, hay palabras que no tienen vuelta atrás y decirlas bajo la influencia de sentimientos en extremo pueden causar mucho daño. Bien me dijo mi mamá: “Jamás digas o tomes decisiones cuando estás muy enojada, muy contenta o muy triste.” Y lo mismo aplica al decir cosas estando en estos tres estados. Ciertas frases pronunciadas bajo las emociones negativas no siempre reflejan lo que uno piensa, sino que, por lo general, nos cegamos por los sentimientos negativos que nos dominan en ese momento.

La comunicación entre seres humanos es algo muy complejo, muchas veces creemos que, al hablar, “soltamos” lo que sentimos o pensamos, pero para mi punto de vista y, en base a mi experiencia, es un actuar muy egoista, porque al soltar muchas veces no analizamos lo que decimos, más bien lo decimos con la intención de imponerlo como una verdad absoluta.

Al ir escribiendo esto me pongo a pensar las veces que, por tratar de “defenderme” o de decir las cosas como yo las pienso me pude haber ahorrado muchas lágrimas y enojos. Debí haberme callado cuando me sentí lastimada y pensé que el único camino para defender mi dignidad era ofender también. Sin darme cuenta, caí en el mismo papel de la persona que me lastimó. Aquí es donde me pregunto si en verdad nos curamos al “escupirle” al otro u otros lo que cargamos para sentirnos más ligeros  y no nos hacemos responsables de nuestro propio cargamento (revisa mi articulo de equipaje emocional).

Te fijas qué poco controlamos a nuestra mente, solamente hacemos juicios todo el tiempo, creemos que sabemos de todo y de todo tenemos una opinion y aparte la hacemos saber a toda costa. No nos detenemos a pensar si en verdad estamos entendiendo del todo antes de dar nuestra “acertada” y “necesaria” (para nosotros) opinion.

¿Por qué sentimos esa obligación de decir lo que sentimos a toda costa? ¿Por qué mejor no aprendemos a callarnos un poco?

Al decir aprender a callarnos no me refiero a sumisión por ningún motivo, ni agachar la cabeza, ni mucho menos aceptar, de forma abnegada, la “verdad” de los demás, sino como un ejercicio de autocontrol, de madurez.

Vamos a probarnos a nosotros mismos que tenemos una conexión entre la boca y el cerebro, y que si tardamos un poco más de tiempo en reaccionar, seriamos capaces de ahorrarnos mucho dolor y experiencias no agradables.

Te puedo asegurar que, por experiencia propia, no somos menos valientes o cobardes si aprendemos a callarnos un poco, sin dejar de luchar por nuestros ideales y luchar por las injusticias, pero si callarnos si nuestras palabras son para lastimar a otros o imponer  la fuerza nuestros pensamientos. Te invito a pensar un poco en los demás y a practicar la empatía, creo que si todos pensaramos un poquito lo que decimos nos ahorraríamos muchos malos ratos.

Liliana Mendoza: Mamá de Diego, Maestría en Administración de Instituciones Educativas, trabajo en el sector público, me apasiona leer y aprender sobre mujeres. Ahora aprendo a ser mamá.
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