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LA REALIDAD DE LA VIDA Y LA MUERTE

Por Dona Wiseman

Muerte no seas orgullosa, aunque algunos te han llamado poderosa y terrible, pues tú no eres así.

El jueves, mientras recogía la cocina (y la sala) después de la cena de Día de Acción de Gracias, recibí una llamada.  Es raro que suene mi celular.  Era una mujer muy querida y cercana, llamando para avisarme que su hijo había fallecido.  Mi respuesta fue típica, “¿Cómo?”  Era un “¿cómo?” más de repite lo que dijiste porque no estoy segura de que quiero escuchar lo que creo haber escuchado.  Pero ella continuó y me dijo que el chico había fallecido en un accidente aéreo, y bueno, los detalles necesarios en el momento, pocos en realidad.  Después de hablar solamente lo más indispensable, colgamos.  Nos veríamos un día y medio después en el velorio.

Como saben muchas de ustedes, la obra de teatro Wit, en la que participé hace 6 años, vuelve al escenario en marzo 2022.  Es una inmersión total en el tema de la vida y la muerte para los que encarnamos a los personajes y para el público que nos acompaña.  El texto de la obra es complejo, centrado en un poema del siglo XVII de John Donne, poema que parece retar a la muerte misma.  Hoy, la mujer que me llamó por teléfono el jueves dijo que por fin después de 11 años de trabajar con el tema, hoy, cara a la muerte, empezaba a comprender lo que significaba vivir.

La vida como la conocemos existe íntimamente ligada con la muerte.  Desde el momento de la concepción, cada una de nosotras vamos camino a la muerte, paso tras paso.  No hay otra manera.  La muerte es inevitable.  A veces la he pensado como un destino.  Es el lugar a donde vamos todos.  Entonces, me parece que la vida, separada de la presencia constante de la muerte, no tendría el mismo sentido. 

¿Cuántas veces hemos escuchado historias de alguien que, estando cercano a la muerte, ha descubierto el valor de la vida?  Hoy escuché esa opción en la voz de una mujer a quien quiero muchísimo.  Y, paradójicamente, la muerte da, de esa manera, algo que “festejar”. 

Pensé hoy en el dolor tan intenso que es inherente en la vida misma, y en lo sensible que soy ya que he trabajado y dejado atrás algunos de los mecanismos de defensa que me permitían permanecer fría e inamovible ante cualquier evento.  Hoy, si me preguntan como lo hace un médico a mi personaje en “Wit”, “¿Tiene dolor?”, contestaré como ella, que sí.  Bueno, ella lo dice de una manera mucho más colorido, pero sí.  Tengo dolor. 

Ayer y hoy observé a una familia sacudida y preguntándose cómo se hace para continuar después de una pérdida tan fuerte.  Escuché las recomendaciones típicas, esas que no sirven para mucho en realidad.  Alguien sugirió que la madre hiciera de cuenta que su hijo está de viaje.  Alguien más determinó que la forzaría a tomar las decisiones adecuadas.  Aún otra persona insistió en que no se brincara ninguno de los pasos que corresponden al proceso del duelo. 

Más tarde hoy nos dijo la madre que sabía que dentro de días tendría que lidiar con la realidad de la pérdida.  Me tranquilicé al ver sus lágrimas y escucharla hablar de la vida, de la vida en crudo, la vida como es.  Por supuesto que me encantaría que la vida fuera siempre alegre, o cuando menos sin sobresaltos y grandes problemas, pero no es así.  Es compleja, pero a la vez simple.  Y, parafraseando el texto de Wit: me atrevería a decir que [en estas circunstancias] es momento para la amabilidad.  La amabilidad es una característica de una actitud que podemos tener hacia los demás.  Nos es muy difícil olvidar, aunque sea momentáneamente, todo lo que pensamos, creemos y necesitamos, para poder atender a las necesidades de una madre que acaba de perder a su hijo.  Tal vez algún día.  …y la muerte no será más (coma), muerte tú morirás.  Solo una pausa, una coma, separa la vida de la muerte…

Dona Wiseman: Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.
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