Por Griselda Suárez
Hoy convivimos en centros de trabajo con distintas generaciones, enfrentamos reformas fiscales, nuevas leyes y cambios constantes… pero gracias a muchas de ustedes, las que hoy reconocemos, tenemos un terreno más firme sobre el cual avanzar.
Antes, dejar a los hijos para ir a trabajar no era una decisión sencilla. La carga moral era enorme, y muchas veces el juicio social pesaba más que los sueños. También existían situaciones de acoso que no se denunciaban porque no había políticas ni canales para hacerlo; simplemente se pasaba la página y se seguía adelante.
Ustedes lo hicieron, aun cuando todo estaba en su contra. En un tiempo donde volteaban a su alrededor y no veían otras mujeres en su mismo nivel organizacional. En un tiempo donde los “no se puede” o los “eso no es para mujeres” eran frases comunes. Y aún así, siguieron.
Hoy, las aulas están llenas de mujeres. En muchos lugares, somos mayoría en las universidades y cada vez más en las mesas de decisión. Y eso, sin duda, es gracias a ustedes: las rompe-icebergs, las pioneras, las valientes que decidieron no rendirse.
Gracias por su esfuerzo, su fortaleza y su ejemplo. Gracias por abrir las brechas que hoy nos permiten caminar con más libertad. Y ojalá algún día puedan decir lo mismo de nosotras.
Que también supimos honrar su legado. Que no dejamos de alzar la voz. Que seguimos empujando los límites con la misma fuerza y amor con que ustedes comenzaron.
Porque si hoy avanzamos, es porque ustedes movieron la primera piedra.
Porque si hoy soñamos más alto, es porque ustedes se atrevieron a mirar el cielo primero.
Gracias por ser las manos que encendieron la luz. en el camino.
Nunca caminaremos solas… porque ustedes fueron las primeras en andar.