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¿PERO CÓMO POR QUÉ?

Por Dona Wiseman

Como respuesta a un anuncio de un taller de corte “terapéutico”, vi una respuesta o comentario que decía, “Este tipo de talleres se deben de impartir sin costo.”  Mi primera reacción fue, “Ah chinga’ chinga’, ¿cómo por qué?”  Mi segunda y tercera reacción fueron iguales.  No indagué en quién imparte el taller.  No indagué en qué preparación tiene.  Por supuesto espero que tenga preparación digna del acompañamiento a otros que ofrece.  Mi pregunta es, ¿Por qué pensar que se tendría que impartir un curso o taller, de cualquier tema, de manera gratuita?  Y la pregunta igual me remite a tantos amigos artistas, artesanos, escritores y músicos que tengo por allí, y que sé que batallan para que su trabajo se valore en una justa medida.  Ya hasta hay memes: “Hija, tú que eres arquitecta…”, etc. 

Veo con frecuencia que personas piden información sobre costureras, músicos, diseñadores, terapeutas, artistas, traductores, y otras profesiones con la especificación de las tres B.  Sé que hay personas que cobran, o pretenden cobrar, mucho más que el precio del mercado por sus servicios (como mi contador que me estaba cobrando tarifa de empresa y no de persona física), pero también veo cómo pasa constantemente lo contrario. 

Si un hombre tiene 50 años tocando la guitarra, podría parecerles a otros que le es sencillo, pero justo esa apariencia es resultado de esos 50 años de dedicación, de estudio, de práctica, de ensayo, de aprendizaje.  Durante mi entrenamiento como psicoterapeuta, parte del entrenamiento fue justo aprender a cobrar.  Dijo un maestro muy sabio, “Uds. determinen cuándo vale su tiempo.  Eso es lo único que pueden cobrar.  El amor, la atención, tus conocimientos y tu propio proceso personal nadie puede pagártelos.  Es cierto, pero es verdad que mi tiempo vale en cuanto la inversión en tiempo, dinero y esfuerzo que le he puesto a mi preparación.  Así como a mi amigo el guitarrista, su tiempo vale en cuanto a todo lo que ha invertido para hacer que tocar parezca sencillo.  El hecho de que él disfrute lo que hace, no significa que su tiempo no tenga valor en pesos. 

Por allí hay un relato que habla de un técnico en televisores que acude a una llamada para reparar un aparato que no funciona bien.  Llega.  Se sienta y mira al aparato.  Cambia canales, hace ajustes.  Es un relato de hace tiempo, entonces el hombre abre la parte de atrás del televisor y observa.  Después de un rato, apaga el televisor, saca un desarmador de su caja de herramientas y mete la mano al aparato.  Aprieta un tornillo y vuelve a encender el aparato.  Funciona perfectamente.  El dueño del aparato se entusiasma, agradece al técnico y le pregunta cuánto le debe por el servicio.  El técnico le responde que mil pesos.  El dueño mira al técnico con asombro, rayando en escepticismo y enojo, y le dice, “¿Cómo que mil pesos? Si lo único que hizo fue apretar un tornillo.”  El técnico mira al señor y le responde, “No le estoy cobrando por apretar un tornillo.  Le estoy cobrando porque sé cuál tornillo apretar.”

Muchos profesionales donamos tiempo y esfuerzos a muchas causas.  Damos descuentos y hacemos consideraciones cuando contemplamos que es justo, cuando podemos y queremos.  Pero ¡no!  Los servicios, talleres, diseños, tocadas, colaboraciones, etc. no tendrían porque darse de forma gratuita, ni siquiera regatearse.  El guitarrista sabe cómo hacer lo que hace.  Un artesano, que tengo el honor de conocer, sale al campo a recolectar materiales para su trabajo, aparte de apoyar a la comunidad en que vive y trabaja.  Yo tengo conocimientos formados durante 18 años de estudios y 20 de proceso personal.  El director de una obra de teatro y los actores han pasado horas (muchas) preparando, ensayando, diseñando, y construyendo. 

No sé cuál fue el motivo por el cual la persona pensó que “este tipo de talleres se tendría que impartir sin costo”.  No pregunté.  Tal vez hay algo que no estoy viendo.  Lo que sí veo es que todos los que trabajamos tendríamos que poder vivir de nuestro trabajo.  Aunque suene trillado, seamos solidarios.

Dona Wiseman: Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.
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