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EL PATRIMONIO COMO IMAGEN

Por Argelia Dávila

“El mundo se puede leer como una imagen.”
-Byung-Chul Han

La conciencia colectiva de las representaciones o de las imágenes mentales que tenemos de la ciudad, nos permiten sentirnos identificados y apropiarnos de ella, porque la ciudad nos hace, pero nosotros también a ella, y en esta dualidad se encuentran inmersos varios conceptos que integran todo un universo teórico.

Desde el punto de vista del ciudadano, algunos de estos conceptos están en relación con un patrimonio cultural implícito, que actúa como una sugerencia que provoca identidad, apropiación o referencia.

Hablando de patrimonio en la arquitectura, la comparo al grado de que cada elemento arquitectónico o componente de la construcción, se convierte en un signo tal como los caracteres tipográficos en las palabras, los muros, los materiales, los vanos, las techumbres, se vuelven los signos de un lenguaje visible, palpable, perceptible a los ojos del espectador, que al igual que una poesía generan una emoción y evocan otras.

El signo como señal, tiene una relación física y espacial en el territorio donde se encuentra ubicado y está relacionado directamente con los individuos que ahí habitan. Al unir estos signos (muros, puertas, ventanas, espacios) se construye a su vez una narrativa que representa y simboliza algo.

El patrimonio entonces, a través de sus imágenes, de su narrativa, de sus signos, significados y significantes, se vuelve en un símbolo y representa en sí varias dimensiones: lo real, lo imaginado y lo deseado, lo que una ciudad es, lo que quiere ser y además una evocación de la memoria, de la historia.

Esta suerte de hechizo contenido en pensamientos, ideas, sensaciones y memorias que contribuyen a mantener y preservar la identidad (Choay, 2007). Existen entonces símbolos en la arquitectura patrimonial que evocan memorias y que además incluyen una emoción “una memoria viva” latente.

Al observar el patrimonio en imágenes, podemos ver que representa lo que está significando, una imagen evoca, recuerda, permite a cada uno obtener el regreso de “los muertos privados o públicos que fundan su identidad”, (Choay, 2007) y si las imágenes son una interpretación del mundo, entonces lo es también la arquitectura, la cual está capacitada para construir discursos y en sus vestigios, permite y otorga al observador, la posibilidad de interpretar la realidad, porque por medio de estos signos y lo que simbolizan, le dicen al observador, al ciudadano, al “de a pie”, lo que necesita recordar.

El patrimonio es un discurso de evocación del pasado, nos indica, nos alecciona y nos advierte sobre el futuro. A lo largo de mi carrera profesional y académica, he visto como crecen las ciudades, como se destruyen centros históricos, como van cambiando sus usos, se dan procesos y modificaciones no siempre a favor de la ciudad o del ciudadano.

Es por esto, que es importante para todos los que habitamos la ciudad, contar con estas imágenes que nos arraigan y nos identifican. Estas referencias ligadas a la percepción y al significado de los espacios, que al integrarse con nuestro presente, por medio de los signos arquitectónicos dispuestos de manera que evocan estas memorias, podamos devolver el valor -si es que está perdido- al centro histórico de las ciudades, difundir, teorizar, problematizar todos sus componentes, entender a las personas que la habitan y cuidar nuestra memoria viva que es nuestro pasado arquitectónico.

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Referencias:

Choay, F. (2007). Alegoría del patrimonio. Ed. Gustavo Gili. Barcelona, España.

Chul-Han, B. (2015). El aroma del tiempo. Herder, Editorial. S.L. Barcelona, España.

Argelia Dávila: Soy arquitecta, mamá, maestra y siempre alumna, me encanta la fotografía, me maravillan los espacios, la luz y el lenguaje, lo que hay en ellos, lo tangible pero sobre todo lo intangible. Tejedora de ideas.
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