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NOMBRE Y APELLIDO

Por Dona Wiseman

Hay espacios y tiempos en mi vida que tienen nombre y apellido.  Se relacionan esos espacios, tiempos, capítulos con alguien o varios alguienes.  El dueño del nombre y apellido de un espacio y momento específicos de mi vida alguna vez dijo, “Si me piensas, no moriré.”  Y efectivamente murió en un momento en que no lo pensaba.  Yo no voy a escribir una columna que vomita idealizaciones sobre un hombre, ni sobre mi misma.  Tampoco pretendo decir que, si lo hubiera pensado en el momento adecuado, él no hubiera muerto.  Me gustaría dedicar esta columna a la presencia de Salvador Aldape en mi vida. 

Aldape estudió con mi hija mayor, a pesar de tener 10 años más que ella.  Era ingeniero agrónomo como primera profesión.  Contaba historias de la naval y de su familia en años de cambio social.  Contaba viajes y arte.  Narraba la historia de Saltillo y de algunos de sus habitantes pasados y actuales.  Aldape ayudaba de manera muy generosa a quien él consideraba digno de su participación.  Me ayudó en varios momentos y proyectos, de manera muy desinteresado.  Decía que lo hacía porque lo que yo proponía valía la pena.  Él era polémico.   Le era difícil relacionarse con algunas personas, quienes igualmente batallaban para relacionarse con él, llegándose a dar enfrentamientos y conflictos.  Yo lo vi siempre como un hombre amoroso que se ofendía y se ofuscaba de manera fácil y profunda.  Me sorprendía el hecho de haberme topado con alguien con quien podía hablar tanto, horas y horas.  A veces era muy duro con su juicio hacia algunos de mis criterios de vida.  Me lo decía abiertamente.  Curiosamente nunca me rechazada por él como persona, solo veía el rechazo a ciertos criterios.  Pero sé que esa es mi experiencia y apreciación individual.  Agradezco que mi experiencia de Aldape fuera así.  Veía en él a una persona que sabía mucho más que yo de muchos temas.  Recurría a él con cuestionamientos sobre el arte y la literatura, la historia y la cultura.  Sus respuestas no se volvían mis respuestas, me ayudaban a agregar puntos de vista a un criterio propio que construyo a diario y constantemente en mi andar por la vida.  Me di cuenta de que él también hurgaba en mis criterios y maneras de ver y vivir la vida.  Cuestionaba lo que él llamaba mis “apegos a ciertas personas por lealtades emocionales”.  Sí.  Le respondía que me doy cuenta de los defectos e intenciones de otras personas (bueno, de mi interpretación de las intenciones), pero que si siento cariño por la persona puedo quedarme en la relación de amistad o de pareja sin estar de acuerdo siempre con lo que el otro hace o dice o piensa.  Una vez incluso me pidió que le explicara cómo era vivir así, a aceptando al otro.  Yo veía que él hacia lo mismo, solo que era sensible a distintas situaciones.  Lo que causaría que yo me desilusione por completo de una persona es distinto a lo que a él le afectaría de esa manera.

¿Qué es lo que quiero decir realmente de una muerte (otra muerte) que parece fuera de tiempo y que me duele?  Yo quería y admiraba a Aldape.  Sí sé que era una persona complicada.  También soy complicada yo.  Sé que hay una persona que me bloqueó de Facebook porque yo era amiga de Aldape.  Me pesa no haber estado más cerca en sus últimos días, pero no sospechaba ni me imaginaba que dejaría este plano.  Extrañaré las horas y horas de plática y la manera de Aldape de compartir tan generosamente su conocimiento.  No sabré ya a quién hablarle si requiero que alguien venga a salvar a Katniss.  Siento la necesidad de resguardar los rostros de Carole King y James Taylor que están plasmados en el muro de mi patio, los guardianes de la música y de una época.  De mi música y de una época mía.  Son ellos nombre y apellido de otra parte de mi vida.  Tengo pendiente de enmarcar y custodiar unas cuantas obras de arte, algunos regalos, algunas adquisiciones, y un par de grabados que se supone que le estoy “cuidando”.

La muerte de Aldape me sorprendió la mañana después de salir de un retiro de 4 días que fue muy duro para mí.  El último día del retiro la guía hizo oración por “esa persona que está en proceso de pasar de este plano”.  Me gustaría pensar que esa energía lo haya acompañado a Aldape en sus últimas horas.  Logré acompañarlo en los homenajes de los días siguientes a su muerte.  Me reconfortó ser reconocida por su hermana y su sobrina.  Me movieron las palabras de algunos amigos en común.  Me quedo con un vacío de forma muy específica.  Es alto y delgado y trae gabardina negra.  Sonríe.  El mismo vacío, que será eterno, agradece ese espacio que yo le brindo, así como lo hizo en vida.  Así como yo siento gratitud por el tiempo y el cariño que él me compartió.  Así sea.

Dona Wiseman: Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.
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