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Las enfermedades

Por Clara F. Zapata Tarrés

Escribir, sin duda alguna, es útil. No solo para mirar las bondades y maravillas del lenguaje sino también para expresar un infinito de emociones que a veces nos llegan en torbellino o caída libre.

Hace unos días y en pocas ocasiones, me enfrenté a la posibilidad de la muerte, según mis estándares, claro. Y llegó este huracán, sin control, en el que la imaginación por su lado y la realidad por el suyo, lucharon a sangre fría.

Yo amamanté a mis hijas, más que por la salud que pudiera darles la leche materna, porque nunca pensé en hacer algo distinto y porque sentí la verdadera libertad. Tal vez la traducción literal podría ser algo así como el encuentro con mi vocación. A pesar de los caminos tortuosos que algunas veces tomó, mi lactancia se conectó con todos mis sentidos, me enseñó mi parte más brillante y la más oscura, me hizo sentir fina y totalmente cómoda. Y en estas palabras, podría parecer egoísta. Sin embargo, poco a poco fui descubriendo y redescubriendo las otras cosas, las que no imaginaba, las que en el momento no dan sentido tan claro, pero que 10 años después me permiten tener esa perspectiva amplia, mirar las cosas desde otros ángulos y convencerme de que la revolución que se hace amamantando vale completamente la pena. Y por eso me aventé, me arriesgué y disfruté tanto, con todo lo que ello implica. Las consecuencias han sido increíbles porque tengo dos hijas tan amorosas, que expresan sus sentimientos y opiniones abiertamente, que tienen una salud envidiable y que creo firmemente que en su futuro podrán transmitir la misma paz que sintieron cuando estaban pegadas a mis pechos. Es, como dicen algunos, un regalo para toda la vida.

Y bueno, todo esto se volvió a sentir, porque a los 10 años de su nacimiento, mi hija mayor se enfermó grave, por primera vez. Y es que yo lo atribuyo, desde mi instinto- aunque también podría agregar todas y cada una de las citas y fuentes científicas- a la lactancia. 10 años. Diez años sin enfermedades graves, sin preocupaciones angustiadas o ansiosas. Y de pronto, un día de julio, me sorprendo con que sí puede suceder. Fuimos de vacaciones y mi hija comió algo que no debía. Estuvo sintiéndose mal por unos días y pensamos que había pasado pero regresando volvió. Entre diarreas, vómitos, fiebre, temblorinas, hicimos piel con piel, la bañamos, la abrazamos pensando que sería como antes. No. Fuimos al médico y resultó en una bacteria potente. Estuvo internada por unas horas con suero, medicamento por la vena y algunas alucinaciones de las que aún el doctor permaneció sorprendido. Cinco horas que parecieron meses o años, en las que la muerte vino rondando, en las que la angustia permaneció y que la imaginación voló eternamente. Ya pasó. Menos mal.

La lactancia es mágica. Pudo regalarme 10 años sanos, amorosos y calmos. Pero supongo, que algún día tenía que pasar. Esto me empodera, me hace más valiente, con la fragilidad que implica tener a tu cachorro en riesgo. Me levanta mis instintos más profundos, me hace amar en porcentajes incalculables, sin ninguna condición. Me refleja cómo puedo reaccionar y como cada miembro de la familia se acomoda para formar este rompecabezas. La lactancia es y será la forma más completa para mí, de amar a una persona. No lo digo exagerando. Para mí, lo es.

Antes que otra cosa y de manera totalmente espontánea pensé en la lactancia y por eso abracé a mi hija desnuda y ardiendo, hablé con mis compañeras, hermanas de la Liga de La Leche y recibí también mucho cariño que me ayudó a centrarme y a tomar las decisiones atinadas; me entregué a Joel y recibí también el abrazo de mi otra hija, que preocupada, no quería quedarse dormida por esperar a su hermana.

Amamantar me da libertad y le da libertad a mis hijas. Aunque la muerte ronde, sé que todo ha valido la pena, que cada día de chichi hace a mis hijas pacíficas, resilientes, amorosas, plenas y confiadas. Esto sólo ha sido, un obstáculo en nuestro camino.

Y tú, ¿cómo has enfrentado la enfermedad?

Clara Zapata: Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.
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