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La tensión y la danza entre deseo y amor

Por Clara F. Zapata Tarrés

A veces le digo a mi marido que estaría buenísimo que en algunos momentos de la vida, cada quien habitara en su casa. Tal vez vecinos, pero con una pared de por medio. Esto lo digo cada vez que tenemos un conflicto doméstico relacionado con lo cotidianamente común: lavar los platos, hacer los desayunos, andar de choferes, hacer la comida, la cena, pagar las cuentas y un sinfín de otros temitas con los que seguramente todos tenemos que lidiar día a día… También tiene que ver con la comodidad, con la escucha, con la empatía, con la seguridad, la dependencia y otros tantos pronombres o adjetivos que podrían describir una relación amorosa. Vivir cada quien en su espacio me da la ilusión de mantener la llama prendida. Claro, es sólo la ilusión y la imaginación que siempre me transporta a mí, en lo particular.

Intuitivamente planteaba yo el tema que más que con las tareas tiene que ver con los sentimientos pero más aún, con los profundos deseos que a veces nos sacuden y que otras nos motivan a seguir con el que se convirtió en el amor de nuestra vida… Y entonces algunas veces o muchas, en estos años de crecer, amar, viajar, migrar, comer, beber, amamantar, todos tenemos altas y bajas en las que seguramente nos preguntamos cómo encontrar ese equilibrio entre amor y deseo, entre intimidad y erotismo, lo que algunos describirían como la chispa… Así conocí a mi pareja, en una verdadera montaña rusa… Y me enamoré como loca, sobre todo de su espontaneidad y su valemadrismo… Y como en muchas relaciones, el amor comenzó con una pasión intensa…

Y es que no se trata del sexo o de la relación sexual en sí, porque esa es fácil de hacer. Se tiene sexo y punto. No tiene que ver con dejar de amarse, no tiene que ver en sí con lo doméstico. Más bien, es una metáfora de la tensión entre el amor y el deseo.

En estos últimos meses he escuchado a Esther Perel, una belga simpatiquísima que me recomendó mi mejor amiga. Ella es una psicoterapeuta que se dedica a acompañar a parejas de todos los géneros, niveles y experiencias en su caminar y les ayuda a tratar de bailar entre estos dos, diríamos extremos, para poder perdurar o por lo menos, saber tomar decisiones al respecto y elegir salir o quedarse ahí, con libertad.

Buscamos amor, posesión, estabilidad emocional y material, nos gusta a veces depender de ese Otro, que satisface y sabe o no escucharnos, darnos paz y quitarnos el miedo. Pasan los meses, pasan uno o unos cuantos hijos, pasan los años, pasan las lactancias y PUM… ¿Dónde quedó el deseo? Marchamos con esos sueños que teníamos y lo cotidiano se vuelve costumbre. Pero… Falta algo…

Perel da muchos ejemplos en sus conferencias. Habla y pregunta a sus pacientes sobre qué es lo que prende la chispa, qué es lo que anima a desear y cómo es con la pareja… Cuando veo a mi pareja en su trabajo, cuando la veo salir encuerada o con una toalla de la regadera, cuando la veo pintando, leyendo, cuando lo veo desparpajado o desaliñado, cuando no se ha rasurado, cuando habla muy confidente en su trabajo, cuando pienso qué pasaría si fuera un desconocido, cuando estamos fuera del lecho, en una fiesta y lo miro o la miro de lejos, cuando habla con sus amigos, cuando estamos separados, cuando él o ella se va a un viaje, cuando es él o ella misma… Ella constata que no es solo ponerte un lindo calzón o estar arreglad@… Tiene que ver con un imaginario muy íntimo y particular… Entonces, ¿qué es el deseo? Todos estos ejemplos, nos recuerdan a alguien independiente, con identidad propia, con autonomía e independencia, con el ver al Otro tal y cómo es, solo, auténtico. Ahí entra el deseo. Pero y ¿cómo es que podemos librar esa tensión, encontrar amor y deseo? El deseo es una chispa, literalmente, es encender algo, algo que ves, escuchas, hueles o percibes y que como dicen “te prende”. Confundimos intimidad con fusión, el aire va desapareciendo y lo privado, lo íntimo, repito, se vuelve hasta vigilante. El fuego necesita aire. De pronto parece que nos damos por vencidos en la búsqueda de la novedad o la pasión y la intercambiamos por una permanencia que en realidad no existe. Y así sacaremos de nuestra vida la parte erótica de nuestra relación. La sorpresa y el misterio poco a poco desaparecerán. Tendremos que dejar que la libertad se presente en toda su magnitud y esto pone en riesgo la propia seguridad de cada uno de los que están EN la relación. Porque todas las descripciones de la atracción y el máximo deseo de nuestra pareja se encuentran cuando alguno de los dos permanece separado del otro.

El baile podría ser ilustrado con el desarrollo de un bebé. Al comienzo un bebé está completamente apegado y no puede separarse de su cuidador. Con el tiempo, ese bebé va mirando a su alrededor, y quiere explorar, descubrir y conocer el mundo, poco a poco separándose y aprendiendo lo que es la autonomía. Ese movimiento de libertad, de juego, de descubrimiento se puede dar de manera afortunada cuando el adulto le presenta un mundo agradable, disfrutable y placentero. Este nene podrá ir y volver sintiendo libertad y conexión simultáneamente. Juego, exploración, descubrimiento, pero también continuidad, seguridad.

Lo que sucede en muchas ocasiones, desde pequeños, pasando por la adolescencia y después en la adultez, es que escuchamos voces contradictorias en las que resuenan frases como “¿qué necesitas de ese mundo?; ¿No te es suficiente lo que tenemos tú y yo?; Estoy sola o solo, ansiosa o ansioso, estoy preocupada, no me has hecho caso…” Y desgraciadamente esto llevará a pensar que olvido mi propia libertad con el fin de no perderte y muchas veces querer poseerte… Será demasiada responsabilidad, será difícil hacer el amor, es DEMASIADO… No se podrá ni disfrutar ni tener erotismo, ni placer. Mientras más intimidad tengamos, mientras más cerca estemos, el deseo se irá evaporando cada vez más. Y entonces habrá que trabajar la libertad, la autoconsciencia.

Así que, dime cómo fuiste amad@ y te diré cómo harás el amor. Abramos la puerta a la fantasía. Distingamos el sexo del erotismo. El erotismo es posible gracias a la imaginación que es meramente humana. Es infinita. Si no hay deseo, la imaginación se acabó y viceversa. El erotismo es libertad, misticismo, vitalidad, vibración, riesgo. Más que cantidad de sexo, queremos mejor sexo.

Autor de pintura “María José”: Omar Lira Acosta

Clara Zapata: Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.
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