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Lactancia, infancia y adolescencia

Por Clara F. Zapata Tarrés

Para mi hija María José, en estos días difíciles…

En ocasiones nos hacen creer o nosotras mismas nos vamos apropiando de las maravillas, la magia y los beneficios de la lactancia como si fuera algo de otro mundo… Claro que tiene todo esto. Tiene sentimientos, emociones y probablemente un gran impacto en la salud física y emocional de todas las personas que tuvieron este gran regalo para toda la vida.

Sin embargo, hoy, quisiera enfocarme en el futuro de esta niñez que pudo disfrutar tanto de la cercanía del corazón y del pecho de la persona que la amamantó. Ahí, justo cuando nace bebé, hacemos un gran trabajo, buscamos redes de apoyo, acompañamiento de alguna asesora de lactancia y durante 2, 3, quizás 5 años leemos todo lo referente a este tema. Paralelamente vamos comprendiendo que amamantar no solamente es un acto técnico, físico y orgánico. Amamantar conlleva una perspectiva emocional y un esfuerzo por aprender a criar de una manera distinta. En este sentido, todas tenemos una meta singular al dar leche humana: puede ser únicamente por salud, por querer brindar componentes inmunitarios y más allá, brindar amor, apego seguro, conexión y magia… Todas estas razones y metas pueden ser válidas.

En general terminamos bien convencidas de esa parte tan potente que es la mezcla armoniosa entre crianza y lactancia. La producimos, la reproducimos y contagiamos a toda nuestra familia y llegamos hasta nuestra comunidad para mostrar que ese oro líquido va más allá de ser sólo alimento físico.

Vamos aprendiendo y reaprendiendo. Vamos reconociendo las miradas, los deseos y las necesidades durante esos largos días juntos, pegados, encimados. Vamos consolando a lo largo de los meses. Vamos recalculando, nos volvemos cada ves más pacientes y a veces impacientes. Vamos buscando ayuda, acompañamiento. Vamos conociendo familias y amigas y amigos que quieren hacer lo mismo que nosotros. Hacemos reuniones, grupos de apoyo, nos reconocemos cuando cargamos para todos lados a nuestros cachorros en brazos. Sufrimos, lloramos, pero volvemos a reír después de un encuentro en el parque. Los cachorros van creciendo de la mano, gatean y empiezan a caminar al mismo tiempo, se dan abrazos y besos, se sonríen y tienen una amistad al igual que nosotros los adultos. Son transparentes y saben que pueden despegarse de nosotros libremente porque tienen la seguridad de que ahí estaremos para ellos, con el pecho al aire por cualquier caída, cualquier tristeza o simplemente para ir disfrutando de ese contacto con el olor del pecho o el latir del corazón. Vuelven a caminar, despacio, a darle la mano a su amigo y jugando saben que tienen esto en común: ir y volver al pecho cuando lo necesiten, sin condiciones.

Van creciendo más y siguen recibiendo el gran regalo. Vienen los destetes abruptos, respetados, despacito, naturales. Crecen, crecen… Los adultos vamos aprendiendo nuevas formas de maternar, nuevas formas de cercanía. Con retos y dificultades y aprendiendo y mirando cómo cada uno necesita diferentes cosas, diferentes cuentos, distintas canciones… Esta etapa es compleja porque observamos que todo, casi me parece que absolutamente todo, se resolvía con esos pechos… Inventiva, creatividad e imaginación aparecen para sorprendernos, para caminar juntos como antes… Cada bebé que ya es mayor, reacciona, siente y aprecia la realidad de manera especial. Unos más independientes y otros más tímidos; unos se van lejos y otros prefieren seguir pegados.

Crecen más aún. Y lo que quiero plantear aquí es precisamente que sí, efectivamente la lactancia fue maravillosa, pero que no implica que sea la única herramienta que garantiza el futuro. Cada año que cumplen nuestras hijas e hijos se convierte en un gran desafío y tenemos que trabajar por no perder esa magia. Por más grandes que vayan siendo, nos siguen necesitando para correr un rato, y regresar a nosotras. A veces olvidamos esto y recordamos que el trabajo de criar con ese gran amor del principio, con todo lo que implica, sigue siendo nuestro trabajo y una responsabilidad con grandes retos y desafíos… La salud se tiene que trabajar y mantener; los sentimientos y las emociones se necesitan respetar y cuidar en el nacimiento pero también a lo largo de toda la vida de nuestras crías. La lactancia sólo fue el comienzo… Es una chambota. Y si no lo vamos construyendo, deconstruyendo y reconstruyendo cada día, quizás la lactancia no tendrá el efecto que vimos y creímos tener como garantía. Nuestras infancias y adolescencia se merecen que hagamos el esfuerzo.

Clara Zapata: Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.
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