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LOS APEGOS

Por Clara Zapata Tarrés

En general, muchos escribimos sobre lo que nos pasa cotidianamente. A veces sale a veces no tanto… Hoy quiero escribir sobre algo muy personal que permanece en mí y que quizás a algunos les pasa también. El apego por los personajes cercanos que pueden nombrarse como familia, pareja, amigos, hijos, etc.

Crecí en una familia de 4 personas, sin abuelos ni tíos ni primos. La relación con mis abuelos paternos fue durante mucho tiempo por carta y de vez en cuando, Juan y Margarita venían a visitarnos a la Ciudad de México o íbamos nosotros a Estados Unidos dónde el abuelo trabajaba en una empresa. A mis abuelos maternos los conocí cuando tenía 12 años que fue el momento en que mis padres pudieron regresar a su natal Chile después de mucho tiempo. Logré crear una relación casi romántica y nostálgica con mi abuelo Ignacio en donde las cartas por correo nos acercaban hasta lograr un cariño lleno de filosofía y a la Muti, mi abuela, la vi siempre como una gran mujer, alegre, empática, cariñosa, femenina y feminista.

Quizás por esto me encanta escribir sobre las emociones. A los primos, ni se diga, fue complicado tener una complicidad, imaginando que idealmente la hay entre primos. Logramos, mi hermana y yo, fortalecer desde el centro del corazón, el amor fraternal total con Ale y Lola, nuestra primas hermanas. Nada más. En fin, toda la familia dispersa por el mundo gracias a las revolturas políticas de los años setenta y cuatro pelagatos reunidos en México intentando sanar aquellas heridas. Logramos crear familias de amigos, encontramos hermanos, primos, abuelos, con nuestros vecinos. Y esos cuatro estuvimos pegados literalmente todos los días durante añísimos: lo que comúnmente conocemos como muéganos. De aquí para allá, de allá para acá, todos juntos, haciendo cosas juntos, peleando juntos y riendo juntos. Hoy hemos madurado bastante y podemos permanecer lejos, pero siempre pensándonos igual, creo, pegados como uno mismo.

Sin querer, inconscientemente, a veces reproduzco este patrón en mi propia casa, a mis ya más de cuarenta años. No lo veo como un defecto, es maravilloso saber que cuentas con personas a tu alrededor que siempre estarán ahí, a la hora que quieras dispuestas a darte todo el amor, a pasarla bien juntos y bueno, implicando también que así como el amor es potenciado, las peleas y los conflictos también… Sin embargo, siempre estoy dispuesta a asumir que me gusta y que prefiero esto a otra cosa. Elijo.

Y bueno, para reflexionar sobre el asunto… El jueves, Joel, mi compañero de vida, se fue de viaje solo, a diferencia de otras veces en que siempre vamos juntos como muéganos, sea a las reuniones de La Liga de La Leche, sea de vacaciones o de trabajo. Disfruté enormemente pasar mucho mucho tiempo con mis hijas. Nos acostamos las tres a ver películas en este fin de semana frío y nublado y leímos y jugamos. Multiplicamos el cariño, sin prisas, con paciencia, sin rutinas y sin papá, sin Joel. La dependencia y lo “muégano” persiste, no es que quiera uno desaparecerlo. Lo prefiero. Pero pocas veces estoy sola, conscientemente, con mis hijas.

Estar juntos, pegados, apegados, con la chichi, con el abrazo, con la mente y el corazón es lo máximo… Sin embargo, respirar otros aires, conocer cómo es el mundo de otra manera, imaginando e inventando nuevas formas de amar a través del juego y la separación momentánea, nos hace crecer y querer más. Disfrutar del silencio de las mañanas con un café en las manos, ver que no pasa nada en la soledad, vivir despacio y saber que en el fondo todo está maravillosamente puesto en la mesa me afirma que tengo la seguridad plena de estar acompañada y cobijada por mis seres queridos. Y esto se traduce en que el apego pleno conduce a la independencia: saber que estás simbólicamente, corporalmente y emocionalmente acompañado, te produce tal seguridad, que nunca te sentirás en soledad.

Clara Zapata: Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo maestría en Ciencias Sociales y estudios de doctorado en Sustentabilidad. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.

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