Sol-Soledad

Por Clara F. Zapata Tarrés

Este año cumplí 50. Pensar que el sol ya dio 50 vueltas. Suena grande. He crecido junto al sol. Ha sido casi siempre mi amigo. Me dio luces y jugaba con mi sombra haciéndome bromas. Asomándose las nubes, lo volvieron opaco, para bajarle el destello que a veces me desconsolaba. Mis recuerdos, mis sentidos, mi respiración permanecen en esas horas color ámbar, en esos atardeceres morados. De esas vueltas en espiral, he descubierto que la ambición desmesurada se ha recortado y ha dado paso a una tranquilidad que siempre había necesitado. El sol me ha aprendido a disfrutar de los momentos más suaves: desde el nacimiento de una flor de papaya, hasta el asombro de parir dos hijas; desde la mirada de una buganvilia color fiusha, hasta el descubrimiento de lo no planeado que puede llegar a ser el amor.

He tenido vueltas al sol llenas de soledad, otras repletas de sobremesas y carcajadas. Sin duda alguna, me he sorprendido. Todas mis expectativas han sido derrotadas. Las buenas y las malas; las catastróficas y las calmadas. Varias vueltas fueron de locura. Otras iban aburridas. Pero nunca imaginé lo prismática que la vida podría ser. El sol me la regaló. Me cambió lagunas azules por olas marítimas. Me ofreció colores que yo no conocía, así como si fuera una ofrenda que estaba obligada a recibir. Me obligó a moverme de lugar, a crear unas nuevas realidades, a no permanecer en la oscuridad; siempre implorándome resurgir. Y ese sol lo logró. Ese sol, solo mío, me dio las incomodidades necesarias para sembrarme en un desierto florido.

Me regaló dos pechos pequeños para amamantar a dos cachorras, me regaló mi descubrimiento sobre el poder de la naturaleza; me regaló la maravilla de apenas ir aprendiendo lo que sería mi propia espiritualidad. Me abrió los caminos de los bosques dónde solo entra uno de sus rayos para comprobarme que siempre hay calor y luz. Y los colores de la tierra. Me regaló las espumas de las mareas, los reflejos, el oleaje permanente, los amaneceres perplejos, pasmados.

Siento que apenas estoy comenzando a entender todo, que comencé un poco tarde porque tenía demasiada penumbra durante algunos años… Pero aquí estoy, redescubriendo, hoy en soledad, hoy sin mi propia madre que me acompañe, una nueva vuelta, un nuevo destello. Y esa soledad no me está asustando como hace tiempo lo hacía. Me da claridad, me responde preguntas. Siempre me guío por el sol. Y agradezco que me siga mostrando los recovecos y profundidades de los próximos pasos que voy e iré caminando.

septiembre 6, 2025

Clara Zapata

Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.

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