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El cuerpo

Por Clara F. Zapata Tarrés

El cuerpo tiene memoria. El cuerpo recuerda el placer pero también las heridas. Está lleno de cicatrices reales y simbólicas. Quiere ser libre pero por extrañas razones está envuelto en camisas de fuerza.

En mi adolescencia algún compañero de la escuela dijo: “ay, es que si estuvieras flaca estarías guapísima…” Mi cuerpo no era flaco pero al repasar las imágenes que lo dejaron impreso en fotografías, veo que no era gordo. Mis brazos eran bellos y la pancita que rebasaba al ombligo se notaba atractiva.

Uno de mis novios, como a los 18 años me dijo: “Como que te falta ejercicio no? Tu pierna se ve como gelatina…” Yo percibía mis piernas tan fuertes que no hice caso pero lo sigo recordando. Hacía dos horas de brincos y pesas y amaba ir cada tarde con mi hermana a rebotar con alegría musical para llegar a casa a comer deliciosas ensaladas.

Cuando me casé, mi abuela me llenó de consejos matrimoniales. Y un día me dijo: “Cuida tu cuerpo, no te dejes estar, porque te puede dejar por otra”. He oído esto en muchas partes. A una amiga se lo decía su tía también… El cuerpo como garantía, como seguro de amor.

En el embarazo las curvas del cuerpo aparecen para hacernos sentir a algunas con una sensualidad inesperada. A otras nos hace sentir que parecemos hipopótamos o elefantas, y en lugar de vernos como ellas, poderosas, grandes, fuertes y valientes, nos vemos opacadas, sensibles y la compasión aparece en las miradas: ¿Cuántos kilos engordaste? Dicen…

En el postparto escuché que la lactancia consumía 500 calorías, pero por más que mi cuerpo lo grabara, esas se metían y creo que comí el doble o la premisa no funcionaba. Hoy veo en redes sociales, personas que ofrecen cremas de dos mil pesos que prometen “dejarte como antes del embarazo, sin rollos, llantas e incluso estrías…”. Incluyen fotos del antes, durante y después. Y sólo 2 meses después del parto el cuerpo se ve como cuando ni pensabas tener bebés. Un milagro pues.

Después de medio superado el tema una amiga pregunta que qué se siente estar gorda, que si no me preocupa, que probablemente tengo un tema emocional que hace que mi cuerpo esté gordo. El cuerpo se ve, es inevitable. Puede haber o no depresión. Pero también un cuerpo flaco, con músculos y “bien cuidado” podría ocultar dificultades de la vida. Esas no se ven. Se pueden esconder finalmente. ¿Tendrán suerte los cuerpos flacos, deprimidos? No creo.

Un día, después de unos 30 años de sentarme a la mesa, escuchar “cómete todo”, “ya no comas”, “eres muy antojada ehhh!”, “deja de comer”, “no comas así”, “¿porqué comes tanto?”, “¿Te gusta comer mucho verdad?”, hablé por primera vez. Les dije que como por mil razones, porque me gusta, porque me siento contenta, porque me siento triste, porque tengo hambre. Dejaron de hacer preguntas y comentar sobre el tamaño de mi cuerpo. Aunque se les ve la mirada chismosa e inquisitiva. Por lo menos ya callan.

Desde que nació mi hija, la apodaron la “gorda”. Gorda por aquí, gorda por allá. Con un dejo de cariño, sin preguntarle si le gustaba que le dijeran de ese modo. El día que les dijimos que dejaran de decirle así, se ofendieron. Y luego, escuché las mismas frases que me decían a mi cuando era pequeña, ahora afirmadas a mi propia hija.

Desde que nació mi otra hija, la apodaron “la flaca”. “Qué delgada, no tendrá algo? Dale este polvo que le va a dar hambre, o estas vitaminas que le ayudarán a subir de peso… ¡Pero cómo! ¿Tiene 8 meses y sigue queriendo chichi? No, no le des y veras que se come ese cereal que sí la hará engordar. Flaca por aquí, flaca por allá.

Conocí a una persona adulta mayor que muestra su cuerpo. Las opiniones y prejuicios no tardaron en salir. El cuerpo arrugado, con manchas, pecas, lunares es observado. Ese cuerpo no tiene derechos. Cuerpo viejo. Cuerpo feo.

A cada rato se profundiza en el significado de ese cuerpo, en los símbolos que representan los pechos, en los cuerpos adolescentes, en los mitos de las menstruaciones, en las ideas de ser o no madres y las implicaciones en el cuerpo, del cuerpo. El cuerpo repetido es tema de discusiones de sobremesa.

El cuerpo se vuelve objeto. El cuerpo tiene formas, sombras, luces y colores. El cuerpo puede ofender. El cuerpo es admirado o rechazado como si fuera asqueroso. Todas y todos se sienten con el derecho de opinar sobre el cuerpo de los demás. El día que dejemos de mirar cuerpos y en cambio, comencemos a mirar sonrisas, alegrías, ojos, corazones, probablemente el cuerpo podrá liberarse y caminar con autonomía. Mi cuerpo es mío. Tu cuerpo es tuyo. De nadie más.

Clara Zapata: Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.
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