Por Ana Victoria Zamora Rodríguez
El inicio de un nuevo ciclo escolar siempre llega con ilusión, con expectativas y también con un poco de incertidumbre. Como padres, solemos preguntarnos qué esperamos de nuestros hijos: que aprendan, que se esfuercen, que sean responsables, que encuentren amigos y descubran en sí mismos talentos que quizás aún no conocen. Esperamos verlos crecer, madurar y avanzar un paso más en este largo camino que se llama vida.
Sin embargo, pocas veces nos detenemos a pensar en lo contrario: ¿qué espera él, ella, ellos de nosotros? Nuestros hijos no miden el amor en calificaciones ni en reconocimientos. Ellos esperan de nosotros algo mucho más valioso: tiempo, cariño, paciencia, abrazos sinceros y miradas que los hagan sentirse importantes. Esperan que, aun en medio de nuestras ocupaciones y cansancio, podamos regalarles presencia verdadera.
Trabajamos mucho y nuestros días a veces se llenan de prisas, compromisos y pendientes. Y, sin embargo, estamos convencidos de que el regalo más grande que podemos darles no es material, sino emocional: estar ahí. Escucharlos cuando tenga algo que contar, acompañarlos en sus dudas, alentarlos cuando tropiecen, recordarles con nuestras palabras y gestos que nunca caminan solos.
Esperamos de nuestros hijos que se atrevan a aprender sin miedo, que disfruten de cada descubrimiento y que vivan este ciclo escolar con entusiasmo. Pero lo que ellos esperan de nosotros es aún más profundo: que los amemos sin condiciones, que confiemos en ellos incluso en los momentos de dificultad, que los miremos siempre con ternura. Y ese, creemos, es el verdadero equilibrio.
Porque al final, lo que permanece no son las tareas perfectas ni los cuadernos impecables, sino la certeza de sentirse amado. Lo que dejará huella en su corazón será haber tenido unos padres que, a pesar de la rutina y del trabajo, nunca olvidaron que la educación más importante comienza en casa: la del amor.
Nuestro mayor deseo no es que nuestros hijos sean los mejores de la clase, sino que vivan este ciclo escolar con alegría y confianza, sabiendo que en casa siempre los esperan nuestros brazos, nuestro apoyo y un amor que los acompañan en cada paso de su camino.