Por Sara Serrato
Querido cuerpo:
Te escribo para agradecerte todo lo que has hecho por mí en estos últimos tres años, desde que recibimos aquel diagnóstico de cáncer de mama.
Perdón por las veces que he pensado cosas terribles de ti, por no valorarte ni cuidarte como mereces, por no hablarte bonito ni comprender la guerra que estás librando cada día con el tamoxifeno.
Me arrepiento por no haberte apreciado lo suficiente cuando aún no tenías cáncer. Hice lo que pude por cuidarte, pero la vida, el trabajo y el entorno no siempre ayudaron.
Perdón por evitar mirarte en el espejo y ver solo tus fallas, cuando lo más grande que has hecho ha sido resistir. Cada cicatriz que llevas cuenta una historia: la de una lucha constante, pero también la de una fuerza inmensa que me has enseñado.
Perdón por preocuparme por cosas insignificantes, por crear un ambiente hostil dentro de ti, por permitir que el estrés y el desánimo afecten nuestra salud.
Perdón por compararte con otros cuerpos que nunca sabrán lo que es pasar por todo lo que tú has pasado a tan corta edad.
Perdón por no comprometerme siempre con tu recuperación, por dejar que la flojera me gane, por no darte lo que necesitas: buena comida, descanso, movimiento y atención.
Sé que lo que nos pasó no fue una casualidad, sino una señal. Una segunda oportunidad para cambiar nuestra forma de vivir, para cuidarnos mejor, y este nuevo año que viene, así será.
Sé que no siempre he sido la mejor contigo, pero te prometo que nunca dejaré de intentarlo. Quiero que sigamos muchos años más riendo, llorando, bailando… sin dolor, o aprendiendo a enfrentarlo cuando aparezca.
Han pasado tres años. He cambiado, has cambiado. Hay días buenos y días malos, pero lo importante es seguirnos cuidando, amando y valorando, para que nada nos detenga en el siguiente año y la vida que nos falta por vivir.
Con amor siempre,
Sara