Naturaleza, silencios y estar

Llegué a los versos escritos por Valeria Guzmán Pérez en Un silencio tan blanco. Un lindo accidente el que Tai estuviera en mi casa tras ella haber propiciado una presentación con la autora en la librería Utópicas en el mero Coyoacán. Comíamos, conversábamos de todo y nada, pero también del libro… en especial la presentación y que esta hubiera ocurrido en una librería feminista. Y sobre esta inquietud me fui enterando que esta mujer, Valeria, se convirtió en la primer mujer en obtener el Premio de Literatura “Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco” en su edición 2024. Desde ahí, enganchada.

Tai me dejó el libro, lo leí dos veces. Versos con mucho sentido en su pasado y memoria. Palabras bien acomodadas con la suerte de transportar a quien lee a un blanco total, al calor de la sangre, a esa frialdad tajante en la vida que nos apoca y humaniza.

… solo le vamos restando importancia a los inviernos…”
“… y no hay ni el rumor de lo inútil por más que se escarbe. toda palabra se resume en silencio. Todo abismo es abandono. la inexistencia es blanca y cruenta”.

Valeria Guzmán arrastra en los párrafos paisajes invernales de una Rusia muy propia y cercana a su infancia. A como puede evocar la presencia de su abuela, lo transfiere a la presencia de un hábitat con animales y clima propio de un invierno crudo. Como lectora imagino a una pequeña niña con los ojos abiertos a esa realidad tan blanca y muy capaz de convertir la contemplación en una práctica, quizá un mantra que tranquiliza los síntomas humanos y capaz de aplacar la frialdad con la cercanía de los suyos y con la observación del contexto, de lo ajeno.

Y bueno, la duda atrapa cuando quedan pocas páginas en la lectura. ¿Será que Valeria nacida en Rusia, mitad nicaragüense y mitad ecuatoriana, trasladó esas visiones infantiles de su taiga a su futuro como viajante del mundo? Sólo con este breve antecedente biográfico seguramente da para un cúmulo de historias que sin duda, con la fuerza de su palabra, amasan los ingredientes perfectos para quien tiene la dicha del oficio de la escritura. Así que en ese imaginario, la palabra misma la haya perseguido a dirección cualquiera para contar lo visto (o viceversa). La soledad, lo apremiante de la vida y del dolor al crecer son aspectos donde la autora deja entrever su camino en esos inviernos descritos y esto no es más que la existencia y el tiempo. Como guarida segura, podría apostar que concuerdo con la autora… la palabra siempre.

“… antes de la invención de la punta de la lanza / o de la rueda / antes de un ritual contra la muerte / hubo una palabra en espera de respuesta / ya fuera semblante o balbuceo…”

No queda más que decir que debemos leer(nos) más. En especial entre nosotras. Loable el premio alcanzado. Y que sean muchas más las que teclean, las que piensan y anotan, las que viven sus inviernos y primaveras dejando evidencia en papel. Lectura recomendada y cito a una pequeña de 9 años que hojeando el libro mientras yo escribía esta breve reseña, ha hecho una definición de poesía … “entonces si esto es poesía, la poesía es como contar una historia con poquitas palabras pero que dicen mucho“. Gracias a Valeria, un regalo leerle.

P.D. Bebida caliente y escuchar a Cat Power, gran combinación lectora.

Ana Carrera

Viajera, editora y académica. Como buena capricornia le gusta investigar, analizar y proponer. Considera que escribir es una forma de sanación y de volverse inmortal. Desde que se topó con la edición independiente se imagina en un bar sirviendo tragos de palabras, labor que disfruta realizar mientras le explica a sus hijas sobre las mujeres que han cambiado la música, la ciencia y la forma de ver el mundo. [email protected]

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