Por Clara Zapata
Creo que había pasado una semana desde que nació mi hija. Vivíamos en una ciudad que no era la nuestra y de pronto un día, sin avisar llegaron como marabuntas como 10 personas o más, entre familiares de mi esposo y amigos de esos familiares… Obviamente me sorprendí porque vengo de una familia de 4 personas bastante huraña y en los que cada quién tiene su espacio de soledad bien arraigado. Mi reacción automática fue literalmente huir a mi cuarto y no salir más que para las necesidades básicas.
Las realidades son otras; las costumbres son distintas; la invasión es natural. Hoy me da risa y me he adaptado y flexibilizado bastante a esas reuniones enormes, que pueden ser desde cumpleaños hasta velorios. Pero tomó su tiempo, varios meses o años incluso.
Si de por sí, la maternidad se presenta como una caída al precipicio, como una montaña rusa y como una serie de cuestionamientos sobre nuestra identidad como personas, sobre a qué tipo de locura nos vinimos a meter; con el agregado de la lactancia y las fiestas de diciembre, esto se vuelve casi esquizofrénico. No a todas nos pasa, o ¿si?
Mamás, hermanas, amigos, abuelas, tías, primos, sobrinos, vecinas y hasta desconocidos vienen a hacer preguntas, se ponen a hacer platillos en lo que pensabas era tu cocina, te ofrecen cargar a tu bebé para que tú descanses, te quieren llenar de atoles y comidas suculentas. Se llenan la boca de experiencia, dándote todo tipo de consejos que pueden ser desde qué comer, cómo ponerte la faja postparto, cada cuántas horas hay que amamantar, qué sí y qué no darle de tomar a tu bebé, qué remedios son infalibles, hasta los “métodos científicos” de cómo es que se puede dejar llorar a un bebé para que desarrolle sus pulmones o (algo más impactante aún) cómo poner al bebé para que no se le caiga la mollera…
Y del otro extremo, hay quienes te ofrecen cargar a tu bebé y cuidarlo, para que tú hagas la cena de navidad o año nuevo, o te pongas a barrer y trapear… o envolver regalos… Lo cierto es que es una etapa caótica que permite la entrada a una revolución de maternidad que jamás imaginaste.
Nada es seguro, todo es insensato. Haces caso a todo o te vuelves la lunática.
¿Qué hacer con toda esta información que llega como un huracán?
La verdad es que efectivamente, sí es una etapa distinta y que cambia muchas cosas. Sin embargo, creo que la primera dirección más o menos razonable es saber que sí puedes poner límites con respeto. Cada persona tiene su manera y tú tienes la tuya. Lo que quieras hacer con tu maternidad es tu asunto. Y si quieres que todos carguen a tu bebé o quieres ser una leona mamífera que quiere tenerlo pegado todo el tiempo, es tu decisión y es necesario hacérselos saber desde un principio.
Otra cuestión es estar informada. Tampoco es que tengamos todas las respuestas a nuestras preguntas y cuestionamientos. Así es que es mejor estudiar, preguntar a personas en las que confíes, ya sean tus amigas, pares, en los grupos de apoyo de maternidad y lactancia o porqué no, a profesionales de salud que sepan de los temas en los que tienes duda.
Finalmente me parece que tener una red de apoyo, pero real, no esas 10 o 20 personas que vienen a ver a tu bebé. Una red de apoyo te ayuda, te apoya, te contiene. Esa persona sabe que si va a verte, es importante preguntarte qué puede hacer y ahí tú tienes que aprovechar. Si tienes una amiga cerca-na, le puedes pedir que te traiga de comer; si tu mamá está dispuesta o tu hermana viene, puedes tener la confianza de decirle que lave la ropa, los platos y limpie la casa para que te sientas bien en tu espacio. Y claro que si lo decides, puede ser que alguien cargue a tu bebé mientras tomas una ducha calientita y reparadora.
La maternidad es un aprendizaje, no tienen tantas reglas como quizás alguna vez lo creímos. Y como mamás podemos ser capaces de pedir ayuda cuando lo necesitamos.
Espero que tu propósito sea este. Trabajar en tu poder de decidir y poner los límites que tu y sólo tu desees. Si estás embarazada busca espacios que te ayuden a crear esa realidad que quieres: desde ir a terapia hasta pedir apoyo de tus cercanos. Y si ya tienes a tu bebé, nunca es tarde para comenzar.
Acompañada, contenida y con el poder de dilucidar tu anhelo, te ayudará mucho a estar segura y crear un entorno en el que tú y tu bebé sean la prioridad.