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Discernir, discriminar y digerir

Por Dona Wiseman

De nuevo me llama la atención un “post” en las redes sociales. Leí lo siguiente: También puedo elegir qué recordar y cómo contar mi historia. Esta frase tiene una muy buena intención que se pierde al crear una exigencia que no podemos cumplir, de nuevo. Así pasa con casi cualquier frase que ya por su definición y existencia está limitada y su significado, por lo tanto, es parcial.

Puedo elegir qué recordar. Nuestros recuerdos surgen. Recordar no es un acto de voluntad. Pasa un perro delante de nosotros, vemos una escena de una película, oímos una canción, olemos el tabaco de una pipa, se aproxima una tormenta, volvemos a una ciudad que no habíamos visitado desde la infancia. Estos eventos nos evocan recuerdos, nos pican la memoria. Efectivamente podemos sentarnos a recordar algo específico. Podemos recrearnos en los recuerdos hermosos o bien usar recuerdos dolorosos para planear alguna estrategia de vida. Pero no podemos decidir lo que viene o no espontáneamente al recuerdo. Como tampoco podemos recordar un evento que sabemos que existió pero que hemos olvidado. Podemos hacer esfuerzos y “refrescar la memoria” de varias maneras. No hay garantía que recordaremos.

Esta filosofía parcializada nos sugiere que tendríamos que poder decidir y controlar nuestros recuerdos – hasta los espontáneos – me pregunto cómo es que algunos seres humanos aceptan y hasta requieren tareas no solo difíciles sino imposibles. ¿Adónde queremos llegar? ¿Será nuestra interpretación de santidad, de desarrollo, de ser buenas personas, de madurez? ¿Es verdad que para ser buenas personas tenemos que poder hacer lo que no se puede hacer? ¡Vaya frustración!

Puedo elegir cómo contar mi historia. Tiene algo más de cierta esta parte de la frase. Pero cuestiono la utilidad. Y lo puedo resumir con muy pocas palabras. No voy a ser más feliz porque solo cuento las cosas bonitas que me sucedieron en la vida. Además, si uso esa táctica, las partes de mi vida que yo estimo como malas o negativas se quedarán en el fondo, sin resolver y sin que yo pueda sacar el provecho de las experiencias de vida, de todas. El hecho de no ponerles atención a esos sucesos no significa que no sucedieron. Pintar de blanco la pared enmohecida del baño no elimina el moho. Además, sería negar una parte de quienes somos.

Primeramente, será importante reconsiderar el concepto que dice que somos productos de nuestro pasado. No es realmente así. Somos productos de nuestras decisiones y los sucesos del pasado han sido resultados de esas decisiones. Entonces, la manera de lograr un cambio real no es barrer bajo alfombra los sucesos sino observarlos y examinar cómo llegamos a esos eventos. Sí, también hablo de los eventos fortuitos, cosas que nos sucedieron (como la muerte de seres queridos, accidentes, o bien abusos perpetrados por otros). No hemos causado esos eventos. Pero sí hemos tomado decisiones de cómo verlos y cómo vivirlos. Si no nos observamos dentro de esos contextos, no podremos, en adelante, ser capaces de tomar decisiones distintas ni usar todos nuestros recursos en la persecución de la satisfacción en la vida.

Las vuelvo a invitar que dejemos de exigirnos cosas imposibles. Mejor trabajemos nuestros temas de vida, dentro de un proceso psicoterapéutico de ser posible.

También las invito a discriminar más a la hora de leer frases y libros, y de escuchar a maestros – y me incluyo. Dicen que Buda les dijo a sus discípulos que cuestionaran todo lo que escuchaban, hasta lo que él decía. De todas las cosas que yo, y otras personas, podemos aportarles, no tomen nada sin masticarlo y hacer todo un trabajo de digestión. No tengan miedo de decir que no están de acuerdo, aun cuando se trata de una filosofía de moda, aun cuando diferir cause miradas de asombro y espanto. Cuestionen. ¡Hagan su trabajo!

Dona Wiseman: Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.
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