No queremos la felicidad completa

no queremos la felicidad

Tomemos la decisión de ser felices, pero felices de verdad, esa felicidad que se basa en la paz interior y no en nuestro alrededor, viviendo con fe y amor a todo.

Por Valeria González

Bueno sí, sí quiero ser feliz, pero… (y es un pero muy grande) “a mí manera”.

Cuando tal o cual persona se porte como yo creo que debería portarse; cuando consiga ese trabajo que tanto deseo; cuando por fin tenga mi casa; cuando este problema se resuelva de la manera que yo creo conveniente; cuando mi ser querido se cure completamente; cuando se cumplan las condiciones necesarias para mí. ¿Y si la felicidad completa dependiera de soltar todo eso? ¿Estaría dispuesta a ser feliz?

Ser feliz incondicionalmente es posible si me desapego del resultado de cualquier situación, simplemente la vivo con un objetivo en mente. El objetivo es ser feliz, estar en paz independientemente de la situación, de lo que me diga el “otro”, de si alguien se queda o se va o de cualquier cosa que suceda aparentemente en mi mundo externo. Yo soy esa felicidad, es la voluntad divina y mía, por consiguiente. La voluntad con la que tenga mi objetivo de paz en mi mente, mi objetivo de amor total en mi mente, de esa voluntad depende mi felicidad incondicional. Pero, aunque parezca completamente loco, no quiero soltar el control, no quiero desapegarme del resultado.

Puedo caer en la trampa del ego de exigirme sacrificio, renuncio a algo que deseo, me sacrifico, pero la trampa del ego consiste en que cuando lucho contra algo, lo hago más fuerte. “No pienses en un árbol, no pienses en sus ramas verdes… ¡te dije no que pensaras en el árbol!”. Luchar contra algo o alguien lo fortalece en mi mente, le doy poder, me ato con grilletes. Debe haber otra manera de hacer las cosas, el sacrificio no es necesario. No son pocos los que se han iluminado a base de sacrificio, sin embargo, no es el sacrificio lo que les funcionó, sino el objetivo de santidad en su mente, su voluntad de iluminarse. Sin embargo, sufrir no es necesario, al contrario, muchas veces puede constituir un obstáculo para la paz.

¿Qué otra manera tengo para ser completamente feliz? Desaprender, deshacerme de la necesidad de tener razón, abrirme a nuevos paradigmas y conocimientos al decir no sé. Así dejo de proteger mi ego, no lucho contra él, más bien lo ignoro, dejo que las barreras se hagan cada vez más pequeñas y así puedo dejar pasar la luz que brilla dentro de mí. Me desapego del resultado de las situaciones que se presentan en mi vida y confío plenamente que todo está como debe de estar y aquí viene la pregunta ¿realmente deseo ser feliz, completamente e incondicionalmente feliz? Esto tiene que ser una decisión, nadie la puede tomar por mí, es mi libre albedrío. El no tomar esa decisión afirmativamente, es como vivir encadenada en una cueva obscura con cadenas tan fuertes que me impiden escapar y ver la luz, sin embargo, las llaves de los candados solo las tengo yo y nadie más.

Es muy diferente vivir situaciones con el objetivo de paz y amor en mi mente que sin él, independientemente del resultado. Con mi hija fue el cambio de la tierra al cielo. Mi hija es mi gran maestra, nuestra relación era complicada por ser mi espejo. Me metí a cursos de disciplina positiva y escuela para padres eficaces, en fin, pero nada de eso funcionaba en mí, seguía teniendo una relación complicada y eso, creía que me impedía ser feliz y la culpaba inconscientemente o conscientemente por eso, lo que me llevó a hacer varias terapias de sanación. Quería sacrificarme por ella como buena madre, pero cuando ella no se portaba como yo esperaba que lo hiciese, ardía Troya. Al establecer el objetivo de amor y felicidad previo a convivir con ella, no me gancho para nada, indistintamente de lo que diga o haga, eso deja de ser importante, porque estoy cumpliendo mi propósito. Y hacer esto me ha dado una dicha y una paz constante. Mi mayor reto era mi relación con ella, mi niña, mi gran maestra. En este instante creo que puedo ser feliz independientemente de lo que pase a mi alrededor, sin importar a dónde me lleve… ahora entiendo la fe, no la creencia, sino la fe y eso, es felicidad.

Valeria Gonzalez

Valeria González, esposa y mamá de una niña y un niño. Estudió Ciencias de la Comunicación, aunque profesionalmente se ha dedicado a la industria restaurantera. Actualmente se siente feliz siendo ama de casa ya que solo dedica unas horas a la semana a los restaurantes. Inicia su búsqueda o madurez espiritual con Yoga kundalini y más tarde y desde hace casi 4 años con Un Curso de Milagros y ahí dejo de buscar más no de aprender.

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