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Los niños no necesitan que se les enseñe

Por Paloma Castillo Silva

 

Indudablemente, cuando tomamos la responsabilidad de la educación y crianza de nuestros hijos nos preocupa mucho saber si con nuestras acciones o decisiones les estamos beneficiando o afectando. Es normal y es totalmente válido sentir miedo o inseguridad, sin embargo, esta es la razón que nos mueve a estar bien informadas, leer, actualizarnos, investigar, escuchar y entonces, tomar una decisión basada en la información y no en un sentimiento que tal vez, después se desvanezca.

En general, una de las cosas que más nos preocupa cuando desescolarizamos a nuestros hijos es su aprendizaje y nos preguntamos cosas como: “¿sí aprende?, ¿aprende lo que necesita?, ¿aprende lo que importa?, ¿aprende lo suficiente?, etc.” El aprendizaje sigue siendo lo que nos intriga y nos ocupa.

Así que, antes de buscar respuesta a lo anterior, me parece de suma importancia dejar de preocuparnos en qué aprenden y cuánto aprenden y comenzar a observar con ojos puros a ese ser humano que está frente a nosotras y darnos cuenta quién es y qué es lo que lo impulsa a moverse. En ese momento tal vez podamos darnos cuenta de que ese pequeño, por NATURALEZA aprende. Siempre existe una motivación intrínseca que mueve su curiosidad, su mente, sus manos, sus ojos, sus pies y todo su ser hacia eso que llama su atención. Es decir, desde que nacemos, comienza el proceso de aprendizaje que no termina hasta que morimos.

Cuando los padres respetamos y valoramos esa motivación intrínseca, los niños y las niñas se sienten seguros, saben que sus ideas son valoradas e importantes y eso les permite explorar, preguntar, investigar, observar con libertad y por consecuencia, aprenden.

Quisiera poner un ejemplo muy claro:

Hace un año, mi hija cursaba el primer grado de nivel primaria en una escuela (una escuela maravillosa), en clase comenzaron a abordar el tema “restas con transformación” y a mi hija no le llamaba mucho la atención ese tema. En ese momento, ella tenía mucho interés en aprender qué significaba el signo “x” y el signo “%”. Estuvo jugando en casa con esos dos conceptos y hacía multiplicaciones, expresando juicios como “entonces, es una suma”, “sumamos muchas veces el mismo número”, “es para no tener que escribir una suma tan larga”, “entonces el % es como las fracciones”, etc. La verdad, en ese momento me sorprendía escuchar la clase de juicios a los que llegaba después de analizar lo que aprendía. Pero en clase, seguía sin llamarle la atención la “resta de transformación”, incluso en el último examen que presentó, le pidieron resolver 5 restas de transformación y solo respondió una bien, (aunque en el examen sacó una excelente calificación, se notaba perfecto, que ese tema, no lo había comprendido y que ni siquiera le interesaba).

Unos meses después, ya en vacaciones y desescolarizada, decidió romper su alcancía; clasificó todas las monedas, las contó, sumó las cantidades y descubrió el total de dinero reunido. Luego pensó en qué lo gastaría, así que quería saber si le alcanzaba con el dinero que ahora tenía. Entonces se le ocurrió que podía ir restando al total el dinero que ocuparía en cada cosa (una alcancía nueva, dinero para ir a la feria, unos huaraches, un cuaderno, un algodón de azúcar y dinero para ir comprar cositas en la fiesta patronal de casa de su bisabuela). Y bueno, en ese momento me percaté que no tuvo ninguna dificultad para resolver las restas, estaba totalmente interesada en hacerlo bien, en ningún momento pidió ayuda y lo hizo con gran entusiasmo.

Con esta pequeña acción, dimos la bienvenida a la “desescolarización”, comprendiendo que ella tiene sus propios intereses, que aprende en la medida en que necesite o desee esos aprendizajes y tratamos en cada momento ser acompañantes de nuestra hija y no instructores, dando valor a lo que a ella le interesa (sean arañas, pájaros, slime, pinturas, bebés, papel, tierra, música, teatro o cualquier tema, por más simple que parezca). Mientras ella tenga interés, nosotros construiremos un ambiente apropiado y fértil para que el aprendizaje germine.

Dejemos a los niños jugar tranquilos y construir en libertad. Seamos creadores de ambientes, sembremos en ellos la duda, la curiosidad, y dejemos que solos hagan lo demás. Ellos aprenden aquello que necesiten. Lo más importante no es lo que aprendan sino cómo lo aprenden.

Paloma Castillo: Educadora y Co-fundadora de Matatena A. C. Asesora de porteo y amante de la danza.
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