Bacalao a la Vizcaína

Cada año, cada navidad, todos los hogares y familias tienen sus tradiciones y costumbres que van pasando de generación en generación, y la mía no es la excepción.

Por Elena Hernández

Mi padre, que en paz descanse, quien era fanático del buen comer y que por ende le gustaba cocinar, hacía de vez en cuando un platillo no muy típico del Norte, pero muy acostumbrado entre nosotros, el Bacalao a la Vizcaína, receta que les quiero compartir.

Comienza dos días antes, casi como un ritual, como muchas cosas en la vida en las cuales hay que tomarse el tiempo para organizar y planearlas bien, tales como iniciar un negocio, elegir la carrera, casarse y tener hijos, comprar una casa y todo aquello importante que a lo largo de nuestra vida debemos emprender. Este tiempo de preparación nos da la pauta para saber que lo que viene no es cualquier cosa, que no cualquiera está dispuesto a hacerlo y que el esfuerzo que pongamos desde ahora tendrá su recompensa al final.

El pescado se pone a desalar, se deja en remojo en agua fría y se cambia el agua de vez en vez. Así debemos siempre desalar nuestro entorno, quitarnos los excesos, todo aquello que nos pone ásperos y duros, como los malos hábitos, los pensamientos negativos, las personas tóxicas, y de todo aquello que se suelta con el agua debemos deshacernos a lo largo de los años una y otra vez. Ya estando el pescado listo procedemos a desmenuzarlo, retirando cuidadosamente una que otra espina que encontremos por ahí. Igualito que desmenuzamos nuestras entrañas para descubrir las emociones que a veces nos dominan y aprender así a manejarlas, dejando de lado eso que de repente nos lastima, esos recuerdos absurdos que guardamos, los rencores, las tristezas, ¿para que las conservamos? No sirven, hay que tirarlas a la basura, nadie quiere dar un bocado y encontrarse una espina, es mejor disfrutar sin culpas, habiendo entonces perdonado a todos, incluso a nosotros mismos por nuestros errores, por esos impulsos que nos llevaron a tomar el camino equivocado o el no deseado; sin embargo, existe siempre el momento para rectificar el paso, como en esta y casi todas las recetas en donde en algún punto comprobamos la sazón. No es necesario ser tan duros al juzgarnos, después de todo somos unos aprendices en este breve paso por la vida.

Necesitaremos un sartén grande, mi papá tenía una cacerola antigua de peltre, con tapa, era su “chimistreta” especial para el bacalao; yo uso mi propio sartén que no es antiguo ni tampoco es de peltre, pero es mi favorito y para mí es perfecto, así como cada cosa que elegimos para nosotros y todos, estoy segura, tenemos algo que hacemos siempre de la misma forma, porque así nos gusta, así lo aprendimos o porque nos brinda tranquilidad y seguridad el hacerlo siempre igual, sin variantes que puedan afectar el resultado.

Comenzamos poniendo a fuego medio el aceite de oliva donde vamos a sancochar la cebolla cortada en rodajas, el tomate picado y el pescado desmenuzado, cada ingrediente a la vez, es importante entender que cada uno tiene su tiempo y requiere su espacio, su momento, igual que las personas, todos somos diferentes, algunos somos cebollas, otros somos las papas, nos cocemos y ablandamos a distintos tiempos y temperaturas, hay que aprender a conocernos y respetarnos los unos a los otros. Habiendo comprendido esto es más fácil incorporar a la receta, como a nuestras vidas, el resto de ingredientes, las aceitunas verdes, las almendras, los chiles güeros, las alcaparras, las papitas cambray y el pimiento morrón rojo. Dejamos hervir. Damos tiempo a que suceda la magia y se mezclen los sabores y texturas. En cada etapa que vivimos dejemos que las cosas tomen su ritmo, su forma, no tratemos de apresurar situaciones ni obliguemos al tiempo a correr de prisa, porque éste no lo hará. Calmemos nuestras ansias de controlarlo todo, vivamos el momento, cada momento y seamos felices. Es hora de rectificar el sabor, ya que ha dado el primer hervor probamos, y si le hace falta sal, la agregamos poco a poco, con calma y sin precipitarnos.

Nuestro bacalao está listo para servirse, pero no puede degustarse solo, como todo, es mejor si se tiene compañía, con un arroz blanco, un pan y un vino rosado, con la pareja, los hijos, los amigos, con la familia rodeado, porque nadie desea sentarse sólo en la mesa, y nada es mejor que disfrutar la vida como estas fiestas estando bien acompañado. ¡Feliz Navidad!

Elena Hernandez

Nací un soleado día de abril, hace casi 36 años, la mayor de una familia que parece común pero no lo es tanto, llena de personajes interesantes como seguro cada familia tiene los suyos. Arquitecta de profesión, madre de corazón y soñadora por convicción. Hoy dejo la puerta entreabierta para que te asomes un poco a mi mundo, mis vivencias, mis alegrías, mis penas, y descubras conmigo este pedacito de mí antes de que se esfume con el viento.

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