Vivir en depresión

Por Elena Hernández

 

Conocí a una mujer hermosa, morena, con voz aguda, ruidosa, alegre, de ojos sinceros, trabajadora, honesta, a quien la vida ha golpeado duro, pero que se ha sabido levantar cada vez, un ejemplo para muchos que empiezan sin nada, sin padres, sin familia, sin una guía, sin un abrazo, ni una palmada, ni palabras de aliento y aun así se forja un presente, un futuro, su propia vida, su dinero, su casa, con su esfuerzo y empeño, y después un esposo, unos hijos y así como espuma que brota efervescente de pronto lo tiene todo y así mismo un día… no tiene nada, o al menos eso cree ella.

Se separa de su esposo, su casa está vacía, su autoestima pisoteada, sus hijos ya grandes, cuando menos no son “una carga”, pues ya hechos y derechos, son para ella un apoyo moral; sin embargo, es duro el golpe. Pero pasa, como todo pasa, y el tiempo cura sus heridas y poco a poco recupera los pedazos de su corazón, se reincorpora al trabajo y como era de esperarse es sumamente exitosa, vuelve el brillo a sus ojos, se pinta sus labios rojos y de nueva cuenta se enamora. Se casa. Y florece otra vez, igual que los árboles en cada primavera tras el crudo invierno. Y transcurren los años, maravillosos años que le regalan una hija más, hasta que un día, sucede otra vez…. Él se va. Y esta vez, se derrumba por completo.

Ensombrecida entonces, preguntándose qué hizo mal otra vez, por qué se encuentra de nuevo sola, se esconde, se aleja de todo y de todos, no halla modo de salir adelante, de seguir luchando, deja su trabajo, sus amistades y cada detalle de aquella bonita vida se esfuma lentamente. Algo sucede. Aprende a vivir en depresión, y para ella es ya normal que nadie la mire a los ojos, piensa que nadie la valora, ir de trabajo en trabajo se torna común, las amigas tratan de animarla, le aconsejan, pero nada la separa de su tristeza. Ya no cree en el amor. No existe. Nada la ilumina. Ni siquiera esa pequeña niña por la cual, cualquiera pensaría, incluyéndome, debería esforzarse, dar el ejemplo, no dejarse caer, y todo lo que al leer estas líneas tú mismo has pensado. Pero nadie, absolutamente nadie puede entender lo que hay realmente en su interior, ese dolor, esa desilusión tan grande de darlo todo y recibir nada.

Cómo decirle que sea fuerte, que luche por ella misma, que en ella no hay nada malo, que todo lo contrario, es maravillosa, es una gran mujer, entregada siempre, de buen corazón. Cómo convencerla que ese par de relaciones fallidas no la definen como mujer, que todo lo que ha hecho y a donde ha llegado ha sido por su propio pie y que no tiene que darle cuentas a nadie, que aún es joven, que su vida no ha terminado, que todo lo que llega a nuestras vidas es para dejarnos siempre una enseñanza, para hacernos más fuertes, para crecer, evolucionar, ser mejores, que el verdadero amor es el que tenemos para uno mismo, y que el príncipe azul si existe, sólo que no siempre viene envuelto para regalo con un letrero luminoso.

Se vale caer y llorar y a veces, pocas o muchas veces, nos sentimos derrotados, cansados, frustrados, pero hay algo que nunca debemos hacer y es vivir en depresión, porque eso amigos míos, no es vivir, es como estar conectado a una máquina que respira por nosotros. Si estás en un punto así, sal de ahí. Levántate ahora, desconecta esa máquina que te mantiene y date cuenta que tú puedes solo, que no hay quien detenga esa fuerza en tu interior, ahí está, solo tienes que creer. Cree en ti. Vence tus miedos, principalmente ese miedo enorme a ser completamente feliz.

Elena Hernandez

Nací un soleado día de abril, hace casi 36 años, la mayor de una familia que parece común pero no lo es tanto, llena de personajes interesantes como seguro cada familia tiene los suyos. Arquitecta de profesión, madre de corazón y soñadora por convicción. Hoy dejo la puerta entreabierta para que te asomes un poco a mi mundo, mis vivencias, mis alegrías, mis penas, y descubras conmigo este pedacito de mí antes de que se esfume con el viento.

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