LA VIDA NO VALE NADA

NO VALE NADA LA VIDA

Por Elena Hernández

Ya lo dijo antes José Alfredo Jiménez. Cuenta la leyenda, que al volver de la gira por la que andaba para asistir al velorio de su hermano Ignacio, José Alfredo se acercó a su madre desconsolada, y ella le dijo: “La vida no vale nada”. Más tarde, el cantautor incluyó esta frase en uno de los versos que compuso para el corrido a Guanajuato. Desde entonces esas palabras fueron inmortalizadas en aquella canción y han sido utilizadas para denostar la importancia que le damos a la vida y a lo que hacemos o dejamos de hacer. Y es que llevo un tiempo preguntándome ¿Qué sentido tiene la vida? Como especie, existimos un instante del tiempo, nacemos, crecemos, nos reproducimos, morimos y ya. Algunos destruimos un poco el planeta, otros tratamos de rescatarlo, inventamos o construimos algo relevante o componemos un verso, pero… ¿y? ¿Y si no hacemos nada para justificar nuestra existencia? Si no aportamos nada a la ciencia o a la evolución, es más, la evolución ¿de qué vale la evolución? Si los dinosaurios no se hubieran extinguido ¿qué? … Si nadie hubiera sobrevivido a la peste de Constantinopla, o a la peste negra o a la viruela, si la humanidad se hubiese extinguido ya… ¿qué?

Entiendo que somos, los habitantes del ahora, resultado de una serie de sucesos favorables para la línea de la que descendemos que ha ido librando batallas y catástrofes, pero, ¿realmente hacemos una gran diferencia? ¿Nuestra existencia es relevante?

– ¡Claro, llegamos a la luna!

– ¿Y?

– ¡Pronto viajaremos a Marte y además inventamos la fórmula para calcular la velocidad de la luz y pues, desarrollamos la escritura en muchos dialectos y hasta creamos la internet y hacemos tiktoks!  

– Insisto ¿y?

A ver, te lo pongo más sencillo… si mañana dejaras de existir… ¿qué? Tal vez pienses que el mundo se acabará detrás de ti, que el planeta dejará de girar y el sol dejará de asomarse por el horizonte, que el cielo se pondrá oscuro y triste, que después de tu muerte nadie podrá contemplar nuevamente la maravillosa luna de octubre porque el tiempo se detendrá, que las aves dejarán de hacer sus nidos, que el viento dejará de soplar y la brisa matutina se esfumará, tal vez pienses que incluso tus seres queridos vestirán de negro por el resto de sus vidas, que eternamente te llorarán y que el vacío que dejes después de tu afligida partida, seguramente destruirá lo poco que quede de alegría, dejando una tierra sombría, árida e infértil.

Pero no será así.

Serás un grano de arena que regresa al mar, entre millones de granos apilados en la playa reflejando los rayos del atardecer, listos para contemplar en una noche cálida, la luz de luna brillante rodeada de estrellas titilantes en aquella orilla de aquel inmenso mar.

Elena Hernandez

Nací un soleado día de abril, hace casi 36 años, la mayor de una familia que parece común pero no lo es tanto, llena de personajes interesantes como seguro cada familia tiene los suyos. Arquitecta de profesión, madre de corazón y soñadora por convicción. Hoy dejo la puerta entreabierta para que te asomes un poco a mi mundo, mis vivencias, mis alegrías, mis penas, y descubras conmigo este pedacito de mí antes de que se esfume con el viento.

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