EL CORTE DE CABELLO

Por Sandra Machuca

Recordé que últimamente te recordaba con más frecuencia. No es que siempre me encuentre pensando en tí pero sí más de lo habitual de cuatro meses para acá y más aún de dos semanas a la fecha. Y mira que hemos tenido nuestros periodos extrañamente cursis en los que decimos extrañarnos dos días cuando hemos dejado de vernos años. Todo esto porque mi intención era contarte que una de las cosas que más flojera me dan en la vida es asistir a la estética a hacerme corte y color. Este es el tipo de charlas que solíamos tener; como hablar de lo tedioso que es el trabajo o lo aburrido que es esperar en un aeropuerto, para que al final después de tres whiskys olvidaras tomar tu vuelo; etc.

¡Ay qué horror! Esto consume entre cuatro y cinco horas de mi día. La intención precisa era contarte lo enrojecidos que ya estaban mis ojos y lo mareada que estaba por el tinte, ya sabes, las alergias; y que en mi intento por comenzar a leer “Patria” de Fernando Aramburú comencé a cabecear al punto que la estilista me ofreció un café.

Posterior a esto, traté de incorporarme y empecé a hacerle la plática como para demostrar que el cabeceo, que no le permitía hacer bien su trabajo, había sido imaginario (pero por mi); ya que según yo, estaba bien despierta. Por supuesto que no era cierto, ni después del café fue así. En este punto ya me encontraba en un estado de trance onírico y más allá con tanto olor a tinte.

Después de un rato, cuando casi recobrara la conciencia, arranqué con ímpetu “Patria” y mientras mapeaba en mi cabeza detalladamente cada uno de los personajes, ya que últimamente me ha dado por analizar con minuciosidad los personajes de las novelas que leo, me preguntaba que era más desagradable en ese momento, si el olor a peróxido o el playlist con música ochentera en español cursi, de esas de despecho. ¿Recuerdas la obra “Mentiras”? Eso era tan solo como la introducción a un escenario audiblemente terrorífico.

¡Pero qué playlist tan feo e interminable! Habían pasado ya casi tres horas, mismas en las que la música ya se repetía y se filtraba en mi subconsciente sin permiso. Estaba sonando una que ahora mismo no dejo de tararear y no he podido sacar de mi cabeza; va más o menos así: “basta, basta, basta; este silencio me mata”. En realidad no se si mi enfado radicaba más en el mal gusto musical de quien había elegido el playlist o en el hecho de que me sabía todas las canciones y de repente me cachaba a mi misma cantándolas.

En fin, de pronto tuve que dejar a Nerea, Xabier, Bittori y a la familia de José Mari para seguir tarareando canciones que detesto y adentrarme en un mundo de copetes con crepé y hombreras gigantes.

Sandra Machuca

Internacionalista y ciudadana del mudo. Vivo al borde cada emoción y eso le da sentido a mi vida. Apasionada de la literatura y el arte; profesiones que considero esenciales para que la humanidad trascienda a través de la belleza y la magia.

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