Nadie que sea mamá de una persona que se enamoró de un deporte me dejará mentir sobre todas las altas y bajas emocionales, físicas y mentales que tiene el hecho de esforzarse día con día para mejorar y sacar lo mejor de sí.
Por Mayte Cepeda
Mi hija, junto con otras 11 hermosas y talentosísimas niñas participaron recientemente en el torneo de básquetbol más importante a nivel nacional en el país, trayendo orgullosas a su Estado el título de “Campeonas Nacionales” en la rama femenil de su edad.
¿Qué hubo detrás de todo esto?
Primero que nada hay que aclarar que en todo este proceso hay muchas personas involucradas, entrenadores, papás, mamás, atletas, familia, amigos, terapeutas y de más que están al pie del cañón dando su apoyo, conocimiento y tiempo para las niñas. Aquí yo hablaré únicamente por lo que me tocó vivir, a final de cuentas yo soy una mamá y elegí que este escrito fueran crónicas mías y de nadie más.
Desde que mi niña atravesó un proceso selectivo que implicó diversas etapas para quedar finalmente seleccionada dentro del cuadro de las 12 niñas basquetbolistas que representarían a su Estado, de la categoría 13 años y menores, evidentemente fue algo super emocionante pero desafiante a la vez, ya que se incrementarían los entrenamientos, gastos, tiempo invertido, viaje, permisos escolares y laborales y con todo, se acomodaron y alinearon los astros para lograr todo en tiempo y forma.
Sin embargo, en ese proceso hubo de todo: días de entrenamientos y partidos en los que al salir de los mismos, veía unas ocasiones una carita emocionada, roja de sus cachetes y con ganas de más; en otras ocasiones veía una cara con coraje e impotencia por no haber logrado algo o recibir un regaño de su entrenador. Otros días me tocó ver caritas llenas de risas y bromas, sin faltar los días en que los ánimos andaban por el suelo y el cansancio le hacía poner una carita de “ya no más”.
Y así el boomerang de emociones interminables fueron acerándonos a lo que sería el torneo. Con muchas horas de entrenamiento, partidos, lesiones y pruebas por un lado, mientras que por el otro con desvelos por exámenes semestrales, trabajos, proyectos y cumplir con todos los compromisos de la escuela, llegó la fecha y, con ello, un equipo integrado, feliz y mega motivado, rodeado de sus familias, nos llevamos a la niñas a que dieran su mejor papel.
Cada partido me sacó una lista grandísima de sentimientos y emociones. Que si van ganando, que si van perdiendo, que si meterán a mi niña a juego, que si ya la sacaron, que si dio un buen papel, que si desayunó bien o si anda hidratada, que cómo está su estado de ánimo, que cómo va el marcador, que si los minutos están avanzando muy rápido y con ello, en esos pocos minutos vi una imagen mental de mi niña desde que tenía un día de haber nacido, sus balbuceos y noches de arrullo. Vi sus primeros pasos y el primer día de escuela. Vi las primeras actividades artísticas que le inculqué (he de aceptar que yo quería que estudiara ballet y pues me aventó las zapatillas y agarró un balón) y todas las etapas que ella ha vivido y yo a su lado cuidándola, acompañándola, llorando y riendo con ella, regañándola, aconsejándola, orientándola.
Y hoy como cada día vuelvo a agradecer a Dios por tenerla en mi vida. Por elegirme como su mamá y regalarme el privilegio de cargarla, guiarla, formarla y cuidarla. Por los días difíciles y esas ocasiones en las que no sabes que es lo mejor para tu hijo o hija y el amor te guía a tomar decisiones aún sin saber si son las correctas. Gracias mi coco por tanto, felicidades por este logro y a disfrutarlo porque te lo mereces!