¿Quién habla y de quién?

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Por Dona Wiseman

Hace un par de días estuve en una reunión. Quiénes estaban y el tipo de reunión es realmente de poca importancia. Lo que me llamó la atención, de nuevo y por enésima vez, fue el uso de la primera persona plural, de la segunda persona y del lenguaje impersonal en el discurso. Me refiero a cuando alguien dice: “Hemos planeado una serie de temas…” (siendo un solo maestro él que ha planeado el trabajo), “Cuando sucede ese tipo de cosas tú te asustas…” (hablando la persona aparentemente de su propia experiencia), o “Uno siempre reacciona de esa manera…” (generalizando la experiencia propia).

Hablar de uno mismo usando el plural “nosotros” ha sido común en la realeza, los papas y los políticos. Se llama plural mayestático (cuando marca una autoridad) o bien plural de modestia y de auditoría (cuando tiene la intención de incluir al que habla y al que escucha). Reconozco el uso en situaciones formales de esta forma de expresión y sin embargo cuestiono su uso en contextos que no implican ni realeza ni política. ¿Quizá las personas que tienen este hábito tienen aspiraciones políticas? No lo dudaría. Siempre me queda la sensación de que son personas que de alguna manera contemplan que sus opiniones tendrían que ser universalmente aceptadas.

En el ámbito psicoterapéutico intentamos que estas formas impersonales y plurales, hábitos de hablar de mi misma sin decir “yo”, se eviten. Y de eso se trata mi comentario. Parece a veces que nos es difícil hablar de nosotros mismos directamente. “Yo he programado el taller de esta manera.” “Yo me siento inquieta con los eventos mundiales.” “Yo me deprimo cuando hay clima lluvioso.
Hace algún tiempo un hombre que trabaja en industria me comentó que en juntas hablaban en “nosotros” porque hablar en primera persona singular “yo”, era egoísta. No estoy de acuerdo. Si tú vas a aportar una idea, pienso que es válido dar tu opinión o idea directamente como tuya. Y si vas a dar una idea tonta, prefiero que no me incluyas como parte del grupo de autores intelectuales de dicha idea. Yo solita me basto y me sobro para dar ideas no tan buenas y deseo recibir el crédito merecido por mis ideas buenas.

Lo que realmente considero importante es cuestionar(me) qué sucede que no estoy dispuesta a comprometerme con lo que digo, con mis ideas y mis creencias. ¿Qué me provoca la necesidad de hacerme acompañar por otros en esas ideas y creencias? Es frecuente que tengamos algo de miedo de compartir lo que estamos pensando y sintiendo, especialmente si no va de acuerdo con las expresiones de moda. Podría pensar por ejemplo en alguien que está a favor de Trump, o que considera que el PRI es la opción adecuada para México. Sé que esas personas existen. También pasa que no queremos mostrar nuestro desconocimiento de temas que se supone (no sé quién determina lo que “se supone”) que debemos dominar.

En días pasadas he escuchado a personas “cantinflear” y hablar en términos impersonales cuando parece (me parece) que simplemente no tienen una respuesta y no se permiten decir: “No sé.” También he escuchado largos discursos compuestos de secuencias verbales sobrecargadas y confusas, cuando es probable que la persona que habla pudiera haber dicho lo mismo de una manera clara y concisa. Es buen momento para admitir que con frecuencia yo peco de ser demasiado clara y directa, de ser obsesiva ahorradora de palabras. Con frecuencia alguien (la última vez creo que fue una de mis hijas) me dice, “Y ¿luego?

Vuelvo al punto. Creo que es importante hablar en primera persona singular (yo) cuando hablo de mí, de mis ideas y creencias. Al hacerlo me comprometo conmigo, me muestro ante los demás y me hago responsable de mí y de lo que pienso y siento. Para poder hacer esto necesito convencerme y hacer el ejercicio de validar mis propias ideas y validarme como persona. ¡Ah! Eso sí es un trabajo fuerte.

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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