¿Le importas?

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Si le importas, te lo demostrará día a día, no un día sí y un día no.

Las redes sociales son una fuente inagotable de inspiración para filosofar.  A veces con un vino tinto, a veces con un té, ahorita con café.

Hace días vi esta frase publicada.  ¿Qué significa?  Evidentemente aplicamos este tipo de frase a situaciones donde hay un interés de amor “romántico”.  Pero, ¿será que se puede aplicar a las relaciones de familia y de amistad?  Creo que sí.

Eso nos lleva a varias preguntas que son difíciles de contestar.  ¿Cómo sería “demostrarlo”?  ¿Debe una persona demostrarme su afecto a mi manera o a su manera?  ¿En qué momento me debo dar por enterada que no le importo a alguien?  ¿Cuál es mi manera de demostrarles a los demás que me importan?

Ya son muchas preguntas, y podría seguir con la lista.

En estos tiempos virtuales tenemos la opción de estar más en contacto con quienes nos importan.  Antes, teníamos que visitar, llamar por teléfono, escribir una carta o un correo electrónico.  Ahora tenemos whatsapp e inbox.  Algunos dicen que son medios impersonales y que hemos perdido el contacto directo con la gente.  En mi caso no es así.  Si no fuera por esos medios, no me enteraría de nada y pasaría mucho tiempo entre llamada y llamada para contactar a la gente, aún a quienes sí me importan.  Entonces, puedes tener la certeza de que, si te mando mensajes, eres importante para mí.  Si estoy viendo tus publicaciones y comentando, eres importante para mí.  Si aparte de eso, busco verte y platicar en persona…  Así soy yo…

Estamos en la era de las dos palomitas azules.  “Me dejaste en visto” se ha vuelto un reclamo común.  En algún momento alguien tiene que dejar el asunto “en visto”, si no, ¡aquello se volverá eterno!  Es la versión nueva de, “Cuelga tú.” “No, cuelga tú.”

Las nuevas opciones de comunicación aportan practicidad. No siempre podemos recibir una llamada telefónica o una visita.  Ahora decidimos (eso creo) cómo y cuándo responderles a los demás.  Eso es inquietante.  Si alguien no nos responde de inmediato, no solemos pensar que está trabajando, en una junta, dormido, o en el baño.  Y aquí está el problema.  Inventamos, sin preguntar ni averiguar, que no nos quiere contestar.  Se nos está notando muy evidentemente nuestra poca tolerancia a la frustración y nuestro deseo de satisfacción inmediata.  Esa es una actitud infantil.  Ya, lo dije.  Un bebé recién nacido espera que mamá (a quien ve como una extensión de sí mismo y no como un ser aparte) satisfaga sus necesidades al momento.  Poco a poco ese bebé crece y va desarrollando la habilidad de esperar, de respetar los tiempos de mamá, y luego de otros, y de hacer respetar sus propios límites de espacio y tiempo.  No sé si la posibilidad de la inmediatez de la comunicación fomenta la intolerancia a la frustración o la intolerancia a la frustración nos lleva al desarrollo de medios de comunicación inmediata, pero el hecho está que nuestra actitud infantil nos lleva a engancharnos con el tipo de post con el cual comencé la columna de hoy.

Repito una de las preguntas que propuse.  ¿Debe el otro demostrarme su afecto a mi manera, o como yo deseo que lo haga, o a su manera y como él (o ella) desea y puede hacerlo?  Cierto es que en ocasiones tenemos que ser casi adivinos para entender las maneras de algunas personas de mostrar afecto.  Hay algunos que muestran su afecto a través de bromas, incluso pesadas.  Hay quienes te muestran su afecto tratando de influir en tus ideas y convicciones.  Hay quienes muestran su afecto estando bien informados de lo que te gusta y compartiendo cosas contigo con muy buen tino.  Mi madre mostraba su afecto a través del dinero (le encantaba verme a mí y a mis hijos disfrutar de hacer compras).  Algunos tienen un cariño un poco rudo, otras son suaves y delicados.  Hay personas que se asustan con sus propios afectos y los disfrazan de intelectualidad o de crítica.

¿Debo estar abierta a todos estos tipos de muestras de afecto?  Seguramente no lo estaré.  A la vez, sería interesante observar cómo mis muestras de afecto les llegan a los demás.  ¿Son recibidas?  ¿Son entendidas?  ¿Son rechazadas?  ¿Son correspondidas?  ¿Mis intenciones para con el otro son compartidas, o estoy desperdiciando mi tiempo al insistir que alguien sea en mi vida algo que no quiere o no puede ser?  ¿Estoy usando las muestras equivocadas con alguien?  ¿Estoy malinterpretando las señales del otro?  ¿Mis señales de afecto son bienvenidos? Mi propuesta es que, en vez de solo pensar en nosotros mismos (seguimos en la actitud infantil), también pensemos en los demás.
Dos palomitas azules no significan gran cosa.  Si quiero saber si le importo a alguien, seguramente tendré que hacer algo más que sentarme con el teléfono en la mano a esperar estas señales de humo modernos.

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

1 Comment

  1. Responder

    Edmundo Zárate

    abril 17, 2017

    Gracias sinceramente, después de leer la nota suspire aliviado. Resulta que no soy el psicópata insensible que creía, en verdad que dejamos que estas situaciones alteren para mal nuestras relaciones y entre el ajetreo diario, el manejar, correr, atender mil cosas, al final siempre algún mensaje se quedará en “visto” y venga ya. Tampoco es el final de nada.

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