Enamórate una y mil veces

Estoy segura que no hay forma más fehaciente de saberte vivo que estar enamorado.

Por Elena Hernández

A través de los años nos enamoramos una y otra vez; de todo, de tu madre, tu padre, tus abuelos tal vez, tu maestra, tu maestro, tu artista favorito, algún compositor o cantante, luego un chico o una chica, luego otro y otro u otra y otra, luego de tu profesión, de tu trabajo, de tus logros, de tu proyecto de vida, de algún viaje, de algún idioma, de algún lugar lejano, de algún olor o sabor, de la música, de la poesía, de la pintura, del teatro, de la comida quizás, de alguna película, de un libro, de algún deporte, de las flores, del mar, de la persona que se convierte en tu pareja, tu esposo o tu esposa, de tu nueva familia, de tu primer hijo, del segundo, del tercero, del cuarto, de todos, de tu mascota, de tu hogar, del amanecer que entra por tu ventana, del atardecer que pega fuerte en la puerta de la entrada, del cosmos, de cualquier cosa que nos llena y nos encanta.

Siempre estamos enamorados de algo o de alguien. ¡Qué capacidad tan grande tenemos de amar! ¿Te das cuenta?

Pero no siempre es así, a veces la vida nos da una sacudida, un brinco a nuestra felicidad, y nos hace atravesar una pérdida, una separación, un divorcio. Y bloqueamos nuestra maravillosa capacidad de amar, nos ponemos capas como la cebolla entre el corazón y el exterior y creemos que ello nos evitará más dolor. Nos escondemos, nos alejamos, nos refugiamos en otras cosas, en la tristeza, la depresión, la amargura, la arrogancia, la frivolidad, la indiferencia para evitar lo inevitable: sentir y amar. Hasta que el tiempo cure, alivie, reviva, reanime y nos haga comprender que vivimos tan solo un instante, que nuestra existencia es tan corta, que apenas unos cuantos segundos habitamos esta tierra, -dijo el hombre del que me enamoro casi todos los días-. ¡¿Cómo no vamos a ser felices?! Y cuánta razón tiene.

¿Por qué dejar de enamorarnos? Si hemos de morir de algo, que sea de amor. Y en realidad, nadie muere de amor. Nadie. El amor te cultiva, te enriquece, te hace crecer, te da vida, te “apendeja” también, pero qué rico es estar “apendejado” y enamorarte cada día y todos los días de algo o de alguien que puede ser algo o alguien diferente, o siempre el mismo algo, o siempre el mismo alguien.

No dejes de enamorarte. Aleja tus culpas, limpia tus prejuicios, tus miedos, siéntete libre, florece y enamórate otra vez, y otra y una y mil veces.

Elena Hernandez

Nací un soleado día de abril, hace casi 36 años, la mayor de una familia que parece común pero no lo es tanto, llena de personajes interesantes como seguro cada familia tiene los suyos. Arquitecta de profesión, madre de corazón y soñadora por convicción. Hoy dejo la puerta entreabierta para que te asomes un poco a mi mundo, mis vivencias, mis alegrías, mis penas, y descubras conmigo este pedacito de mí antes de que se esfume con el viento.

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