¿Somos dignas?

La dignidad se ve en nuestra manera de comportarnos, en nuestra manera de movernos en casa, en familia, en el trabajo, en sociedad, en el mundo.

Por Dona Wiseman

 

Dignidad es un sustantivo femenino al cual se le asignan las siguientes definiciones:

  1. Cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden.
  2. Cualidad de la cosa que merece respeto.

Wikipedia nos dice lo siguiente: La dignidad, o «cualidad de digno», [1]​ hace referencia al valor inherente al ser humano por el simple hecho de serlo, en cuanto ser racional, dotado de libertad. [2]​ No se trata de una cualidad otorgada por nadie, sino consustancial al ser humano. [3]​ No depende de ningún tipo de condicionamiento ni de diferencias étnicas, de sexo, de condición social o cualquier otro tipo. [4]​ Según la distinción introducida por Millán-Puelles, esta es la dignidad ontológica, diferente a la dignidad adquirida, siendo este último concepto similar al del honor.

Estas definiciones no incluyen un punto con el cual lidiamos mucho como seres humanos, quizás más las mujeres. El merecimiento. “El término dignidad deriva del vocablo en latín dignitas, y del adjetivo digno, que significa valioso, con honor, merecedor. La dignidad es la cualidad de digno e indica, por tanto, que alguien es merecedor de algo o que una cosa posee un nivel de calidad aceptable.” (https://www.significados.com/dignidad/)

Cuando contemplo el concepto de la dignidad, me duele mirar que sujetamos nuestro propio merecimiento y dignidad a una larguísima lista de condiciones que tendríamos que cumplir para ser dignas y merecer. Si bajo 5 kilos, si aumento la masa muscular, si paso la prueba de condición física, si cocino como mi suegra, si los calcetines de los niños quedan blancos, si evito arrugas y canas, si soy el tipo de madre que está de moda, si mis hijos sacan 10, si mi esposo es exitoso, si traigo un coche bueno, si apoyo los temas sociales que “debo” apoyar, si soy de mente abierta, si no he cometido pecados graves, si he leído los libros correctos. Para lograr ser dignas hemos hecho cosas terribles: operaciones, represiones, dietas severas, desvelos, tratamientos, gastos, negaciones. Hemos sonreído durante reuniones que se supone que debemos disfrutar. Hemos tomado suficiente agua para ahogar todas nuestras células. Hemos lastimado nuestros tendones. Hemos mantenido a manos libres las granjas de lechuga. Hemos caído en las manos de charlatanes a montones.

“La dignidad es positiva y fomenta la sensación de plenitud y satisfacción, reforzando la personalidad.” Esto significa que la dignidad me acerca a quien soy yo realmente y me aleja de ser esclava de ideas y creencias que no me permiten esa libertad. Antiguamente se decía que el esclavo no era una persona humana, sino un objeto. Entonces, si soy esclava de todo lo que le he creído a la sociedad, no soy persona. Eso es duro, pero tiene sentido. Solamente alguien que se expresa totalmente como quien es, puede presumir de libertad y por ende de ser una persona. ¿Idealista? ¿Exigente? Sí.

Todos estamos en camino. Estamos en un continuo proceso de ser más humanos cada día. El proceso implica la adquisición de un mayor nivel de conciencia.

La dignidad se ve en nuestra manera de comportarnos, en nuestra manera de movernos en casa, en familia, en el trabajo, en sociedad, en el mundo. Algunas características que van en conjunto con la dignidad son la responsabilidad, la decencia, la nobleza, la lealtad, la generosidad, la serenidad, la humildad, la autenticidad, la ecuanimidad, el desapego, el valor, la sobriedad, la magnanimidad y la acción certera, entre muchos otros. Todas estas características tienen definiciones generales y personales.

Y sin embargo la dignidad se ve aún más y de manera más importante en la manera en que nos sentimos. Si nos sabemos dignas, sentiremos que podemos tomar la abundancia y el bienestar que el mundo nos ofrece y podremos construir esa abundancia y bienestar cuando falta. Tendremos una sensación de satisfacción que para mí es sinónimo de felicidad.

Quizá lo más importante es que al ejercer la dignidad, no aceptaremos condiciones de vida que no apoyan esa dignidad. Sabremos decir “sí” y decir “no”, con seguridad y confianza. Esto es algo que a muchas de nosotras aún nos falta conquistar.

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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