Crónicas de una guardia

Escribo en una hoja de notas médicas inciando mi novena hora de 31 que estaré despierta de guardia en el hospital.

Por Daniella Monarez

Siguen existiendo las guardias tan extenuantes, aunque sea peligroso, tanto como el interno que hace poco más de un año atropelló a un motociclista por quedarse dormido manejando al salir de guardia. Pero como solo son uno, tres o cinco años de guardias nocturnas, más vale no quejarse ya que es mejor, hacer las guardias, a no terminar la carrera. Y como ésa, hay muchísimas anécdotas similares, entre accidentes, incidentes o descuidos.

En mi caso personal, parte del programa es complementar el entrenamiento en otra ciudad, en la cual tengo que pagar renta, servicios, gastos carreteros y además pensión para el carro porque al ser “foránea” no tengo derecho al estacionamiento. Agradezco que al menos las tres comidas al día no falten, aunque los cubiertos sí. Con los mil pesos que recibo, el apoyo por mes de rotación y sumando todo lo anterior más los gastos fijos que tengo en casa, por no decir mi hija, queda por abajo del cero y no contiene.

Así va transcurriendo mi guardia, ya estoy en el segundo turno, a punto de entrar a la segunda cirugía, solo tengo un poco de cansancio sin llegar al sueño y para cuando termine, será la hora de la cena, comer algo siempre me motiva.

Ahora ya son las 7 pm, solo me faltan 12 horas, PARA QUE ME FALTEN OTRAS 7 PARA SALIR. Mi boca y manos están secas, me terminé el agua de la botella con la que entré, y salir al Oxxo ya sin luz del día no es buena idea, algún residente lo hizo alguna vez y terminó con unos navajazos porque el área periférica no es muy segura.

Ya que llega el tercer turno, mis compañeras y yo tenemos que valorar a los pacientes que están programados a cirugía el día de mañana, son varios repartidos en 10 pisos, con un elevador que a veces funciona, a veces no, así que he subido y bajado las escaleras al menos unas 15 veces. Después de hacer este ejercicio comenzamos a repartirnos el rol de actividades nocturnas para tener la oportunidad de dormir al menos una o dos horas, dejando al azar quién iniciará la primer cirugía de la noche. Afortunadamente me tocó ser la número dos, ni empiezo, ni termino. El equipo de enfermería es extremadamente amable, y entre bromas, música y buen ambiente, la guardia se hace más llevadera.

A las 2 am, mis reflejos ya no son los mismos y al abrir una jeringa (afortunadamente estéril), me pico y me atravieso la punta del dedo meñique de la mano, tan aparatoso estuvo que la aguja topó en la parte lateral del dedo anular, afortunadamente no es nada de gravedad, solo un hematoma del tamaño del dedo. Este tipo de “incidentes” son los que ocurren cuando no se descansa.

No dejo de pensar en mi hija, la tuve que dejar en manos de mis padres, esa niña pequeña con gran fuerza tuvo la madurez de decirle a mi madre que ella no lloraba enfrente de mi cuando me veía irme, porque sabía que después yo lloraría y me iría triste. Ella de tan sólo 4 añitos vive los efectos secundarios de tener una mamá doctora y residente de anestesiología.

Durante mi estancia aquí platico de ella lo más que puedo, la llamo en cada oportunidad y le hago saber que la amo y que siempre la tengo en mi corazón, le cuento cómo tenemos un hilo invisible que sale de su corazón y se une al mío, que es irrompible y tan largo como el infinito, así que, aunque no estemos juntas físicamente siempre estamos unidas.

En fin, ya son las 4 am y al fin puedo descansar un rato, me voy a dormir en tres sillas juntas, usando una bata quirúrgica como cobija. A las 6 am concluí que fue una buena guardia, pude dormir dos horas. Inicia un nuevo día, recibo a mis compañeros frescos, bañados y como control remoto le vuelvo a dar “play”. Ahora sí, solo me faltan 7 horas para salir.

Amo mi profesión, sin duda alguna, pero no sé si la volvería a hacer si es que pudiera volver a nacer, y eso me entristece, ya que las obsoletas prácticas hacen que una pasión se vuelva tortura.

Llega la tan esperada hora de salida, nos felicitamos las de guardia, esas desconocidas que se vuelven hermanas en tan solo un día, unir o morir es la filosofía, y esas son las personas que me hacen sentir que no estoy sola.

Daniella Monárez

Soy médico general y desde hace un año y medio inicié mi travesía en la residencia para la especialidad de Anestesiología, la que se ha convertido mi más grande pasión. Volví a nacer cuando me convertí en madre de una hermosa niña. Fanática del béisbol, amante de las ofertas y las ventas de segunda. Ando por la vida sin equipo de protección y me encantaría tener la condición necesaria para ser toda una biker. Feliz de respirar, honro cada uno de los días que he vivido y agradezco a Dios que me permita seguir intercambiando oxígeno (qué sería de un doctor sin su frase rimbombante).

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