Pantallita, pantallita… ¿quién tiene la selfie más bonita?

Por Vero Barreda y Blanca Myrna Garza

 

Las treintonas se embarazan por urgencia, las adolescentes por un viaje a la playa. Las casadas se acostumbran a ser cornudas, las solteras son roba maridos. Las independientes son frustradas por falta de marido y las amas de casa son unas mantenidas. Las flacas son huesudas sin carne de donde agarrarse y las rellenitas tienen que evitar el postre. Las que no son madres son egoístas y las que lo son son aburridas. Las que no están buenas son incogibles y las que están buenas son frívolas. Las que pierden el embarazo son irresponsables y las que tienen hijos de casados son extorsionadoras. Las que salen con un hombre con hijos son destruye familias y las que critican a sus ex que las engañaron son mujeres fatales. Las que se quedan llorando al padre de sus hijos necesitan sexo desesperadamente y las que se escapan con un novio son madres que abandonan a sus hijos. Las que dejan su trabajo para no mediatizar la violencia de género tienen algo que esconder y las que siguen trabajando usan la violencia de género para hacerse de fama. Las que aceptan que su pareja salga con sus amigos son unas tontas y las que lo retan para que él comparta tareas son histéricas. Las que dicen que un insulto y un empujoncito es violencia son unas feminazis y las que se quedan después de una tormenta son unas sumisas.

Y así podríamos seguir hasta el infinito.

Los prejuicios nos han acompañado a todas las mujeres a lo largo de nuestra historia. Hoy, en pleno siglo XXI, todavía vemos renacer en nuestras pantallas a la madrastra de Blanca Nieves preguntando: “Pantallita, pantallita… ¿quién tiene la selfie más bonita?”

Y es que la rivalidad femenina es real, pero no natural. Los medios de comunicación muestran las malas relaciones, pero no las buenas. Las películas para chicas se basan en aquel amor romántico que está en guerra con la o las contrincantes, salvaguardando a los varones de sus errores y satanizando a las “malas chicas”. Y qué podemos decir de los cuentos que han pasado de generación en generación:

  • La Cenicienta, a quien su madrastra y sus dos hermanastras le hacen la vida imposible y la tratan como esclava.
  • La Sirenita, en donde el castigo de Ariel si el príncipe no acaba con ella, no es volver al mar tranquilamente y vivir por siempre al servicio de Úrsula, sino que es la muerte.
  • Frozen, Elsa huye del gélido reino que ella ha provocado por un extraño poder, una hermana la busca para arreglar la situación. Aislada crece solitaria con terror a los demás porque la vean diferente. Su hermana Anna sigue buscando el cariño de Elsa. Su diferencia la mantiene separada de la sociedad.
  • Mulán, se hace pasar por un chico para salvar a su padre e ir a la guerra. Masculinidad como símbolo de los valores patrios y su defensa. Príncipe que aparece y busca princesa.

Se enseña que la peor enemiga de una mujer es otra mujer, que está bien llegar a una posición de poder para ser la única (y no para abrirle la puerta a otras mujeres), que más vale no tener a una mujer arriba, que las mujeres son tan complicadas y es más fácil trabajar con varones. Al contrario, la sororidad es una de las más bellas banderas que pregona el feminismo. Quiere decir hermandad y solidaridad entre mujeres. Por suerte, la sororidad está haciendo eco.

 

Y si bien no podemos prescindir de los cuentos tradicionales porque forman parte de nuestra cultura, si podemos analizar y poner en evidencia aquello que no es correcto o no está bien. Lo bueno sería romper con la inercia sin eliminar el elemento mágico que debe tener todo cuento. Se puede y se debe jugar con los personajes, reflexionar, experimentar y analizar el papel del hombre y de la mujer en ese texto.

 

Es así como hoy queridas lectoras y queridos lectores, les invitamos a observar detenidamente todas las formas de amorosidad que se construyen en su día a día, de modo que reconozcamos que toda opción, por más libre que sea, no está libre de miedos, celos, angustias, alegrías, rencores, dolores, anhelos, temblores, decepciones y expectativas. Y la que esté libre de deseos que no tire la primera piedra. Un feminismo por la felicidad incluye los remolinos de todas las mujeres.

Alejandra Peart

Arquitecta y Licenciada en Letras Españolas con Maestría en Creación Literaria. Fundadora y Directora Editorial de Editorial Atemporia. Escribí el poemario En estas horas (Ed. Minimalia, 2004). Actualmente soy Directora de Contenido de la revista NES No Estás Sola, promotora cultural, editora, poeta, diseñadora editorial, feliz mamá de Rodri y esposa de Jorge. This is me.

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