LAS VACACIONES…

Por Clara Zapata

¡Vaya cliché! Ya es julio y tooodooos hablamos de las vacaciones. Este año, nos han sorprendido con un calendario oficial que se llenó de bastantes más días que los años anteriores. Yo recuerdo que cuando era chica tenía muchas vacaciones. Salía en junio y entraba hasta septiembre. De pronto, con la llegada de mis hijas a la primaria, los días vacacionales se acortaron y este 2019, regresan a la normalidad.

Lo que observo es que hay muchas personas, sobre todo mamás, que constantemente se ríen irónicamente, comparten memes y chistes sobre “la tortura” que significa que estemos con más días de vacaciones. Y en agosto probablemente la ironía satírica irá de regreso hacia “la tortura” que sentirán los profesores.

A mí me pasa algo distinto. Disfruto enormemente la presencia constante de mis hijas, sus amigos los vecinos que vienen a mi casa casi todos los días y jugamos, nadamos en una piscina de plástico, creamos historias, comemos zanahorias y jícamas con chile; se suben a mi enorme árbol construyendo sus hoteles imaginarios de pisos de ramas y plantas bajas con recepciones y lobbys; reporteando cada evento vecinal filmando con la Ipad; bailando Madonna o Maluma (¡Qué importa!) y a veces las reminiscencias de flamenco que alguna vez aprendieron; maratones de Toy Story 1, 2 y 3, finalizando con la construcción de forky, la esposa de forky y el bebé de forky. ¡Híjole! Podría seguirle porque estoy realmente sorprendida de lo que pueden hacer los niños, amándose, peleando, jugando, imaginando, creando, con un tiempo infinito, sin que todavía les llegue la preocupación de los minutos que avanzan en el reloj, cual conejo de Alicia. Aquí, nos convertimos todos, en sombrereros locos…

La escuela para mí realmente es un espacio en el que aprenden a ver la diversidad, a sentirla, a convertirse en seres más igualitarios por la convivencia que implica estar en una escuela pública; entender que hay autoridades y que no siempre es necesario el respeto fabricado, pero sí el sincero; que tienen rituales con banderas y escoltas que son dignos de admiración (que a veces sí son un poco exagerados) y que en uno que otro momento, aprenden matemáticas, español y algunos datos del terreno que pisan.

Y aquí también comienzo a acordarme del enorme placer que es parar el tiempo sin tener nada más que hacer, que disfrutar del verano. Me voy hacia el pasado, cuando mis hijas aun eran bebés y recuerdo que cuando tenía un día muy ajetreado, me acostaba a amamantar y era como estar en una burbuja, en un espacio sagrado, donde puedes hasta escuchar el latido de tu corazón. Podría estar lloviendo, no haber comida en el refri o el desorden y caos invadir mi espacio y yo no veía nada, solo disfrutaba.

Cuando sobrepasas las dificultades, cuando tienes el acompañamiento igualitario de tu pareja, cuando los amigos te abrazan aun en la distancia, y cuando ya no te importa lo que piensen de ti, comienzas a gozar de ese acto que ahora se convierte en sencillez: Amamantar en libertad.

Disfrutar de las risas de los niños, de la mirada de tu bebé, del grito loco de un perico del vecino, de los cantos de los pájaros al amanecer, del enorme poder simbólico que significa tener a tu bebé pegado al pecho, del olor lleno de oxitocina que te llena de alegría, de la mano de tu amor que te acompaña en el camino… ayuda a mirar una vida de momentos mágicos, sencillos, que no necesitan más que la simplicidad del placer. Esto para mí, es la libertad.

Clara Zapata

Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo maestría en Ciencias Sociales y estudios de doctorado en Sustentabilidad. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.

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