DOS COPAS AL AIRE

Por Dona Wiseman

Una mujer recibió a otra en su casa.  La visita pasó a la cocina, miró a su alrededor y notó trastes sucios en el fregadero.  Declaró, “Yo nunca tengo trastes sucios en mi cocina.”  La anfitriona, al contar la anécdota se encoge de hombros y dice, “Yo ya publiqué dos libros.”  Total, cada quien su orgullo y su presunción, y sí, siempre pondremos lo que valoramos por encima de las jerarquías de importancia y valor de los demás.  Es bastante posible que para una mujer los trastes sucios o limpios son parte de un esquema más grande que ella pone como valor supremo en su vida.  Y, ¿quién soy yo para decir que no vale lo que a ella le importa?  Sueño con un mundo donde podríamos presumir lo que estimamos presumible y que la escucha de la amiga, o enemiga, fuera capaz de reconocer y quedarse con la apreciación de las divergencias.  ¿Será que esto formaría parte de la verdadera inclusividad?  Bueno, la verdad es que en estos días he andado muy intolerante e impaciente, corta, entonces lo que quiero hacer es provocar la presunción.  Una especie de juego.  Pero no.  ¿Qué presumes?  Dicho de una manera más aceptable socialmente, ¿qué te enorgullece?  Pero vamos, atrévete.  Hago una lista de ejemplos.  Algunos son míos, Uds. seguramente sabrán cuales. 

  • He ayudado a mucha gente.
  • Soy generosa y preocupona.
  • Soy buena amiga.
  • Soy organizada.
  • No soy bilingüe, sino bicultural.
  • Superé la vida mis padres hubieran planeado para mí.
  • Tengo muy buenos amigos.
  • Tengo buen gusto, en todo.
  • Soy creativa y productiva.
  • Uso el tiempo de manera eficaz.
  • Soy buena cocinera, y me guío por colores.
  • Leo tarot.
  • Puedo estacionarme en paralela.
  • He publicado un libro.
  • Me coquetean hombres mucho menores que yo.
  • Hago el segundo mejor pozole del mundo.

Lo que presumimos, lo que nos orgullece, es tan parte de nosotras y tan importante como aquello que nos criticamos y nos da vergüenza.  A veces incluso nos provocan un poco de vergüenza nuestros dones más finos.  En el caso de las dos mujeres, las dos tenían como objeto avergonzar a la otra.  Cuando nos comparamos con otra, invariablemente sentiremos la necesidad de defendernos.  La manera más común de defendernos es intentando destruir a la otra.  ¡Vaya mecánica!  La inutilidad y el aburrimiento son obvios.  Hace días circulaba un meme (¡amo los memes!) que decía que no era necesario aplastar a la otra para elevarnos a nosotras mismas.  Totalmente cierto.  Ahora que reflexiono, parece que no nos elevamos porque nos hemos programado (ojo que no he dicho “nos han programado”) a no hacerlo porque es malo e indeseable cacarear el propio huevo.  Lo único que nos queda, tal vez, es echarle tierra al huevo de la otra.  A ver, señoras, la tarea es hacer una lista (lo triple de largo que la que hice) y reconocerte en lo que brillas, lo que te hace valiosa, las medallas que mereces, las materias en que sacas 10.  Créeme que así será mucho más probable que puedas realmente admirar a la otra. Anda, presume tu cuerpazo, tu cabello, tu habilidad de maquillarte, el hecho de ser una madre casi perfecta, tu fogosidad, tus proezas en el deporte, tu éxito profesional, tu pegue, tu casa elegante, la limpieza de tu coche, tu piel cuidada, tu salud, tus conocimientos, tu entrega, tus piernas.  Mujeres, espero que el día que nos veamos cara a cara de nuevo yo te pueda decir que jamás ando descombinada de colores y que tú respondas que acabas de hacer 500 abdominales, y que nuestra siguiente palabras sea “salud”, a la vez que se escuche el melodioso sonido de dos copas que chocan en el aire. 

mayo 11, 2020

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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