¡BIENVENIDOS 35! (NORMALICEMOS HABLAR DE PREMENOPAUSIA)

Por María Hernández Escalera

Un día noté que las risitas de mis hijos se tornaban molestas, sentía ganas de salir corriendo de mi casa y estar sola, me sentía frustrada por no poder disfrutar un momento de silencio. “Es la cuarentena”, pensé. 

Otro día mi esposo estaba dormido y yo lo miraba fijamente, desesperada con sus ronquidos comencé a imaginar que lo asfixiaba con la almohada. “Es la cuarentena”, afirmé muy convencida mientras deambulaba malhumorada por la casa para mudarme de cuarto. 

Después me encontré sentada en la playa. Observando el profundo azul del mar, imaginando que, si la corriente me llevaba, entonces podría descansar. Definitivamente es la cuarentena, me convencí a mí misma, tratando de cambiar mis pensamientos. 

Me alarmé mucho cuando en medio de unas vacaciones increíbles, me di cuenta que sufría depresión. Traté de no darle importancia y no lo comenté con nadie. Al fin y al cabo, siempre podría culpar a la cuarentena. 

Regresando del viaje me sentía fatigada, apenas lograba concretar algunas tareas en la casa sin sentir la necesidad de refugiarme en mi cama, podía pasar horas dormida, luchando por despertar y tratando de levantarme sin éxito. 

Entonces dejé de culpar a la cuarentena y comencé a culpar al trabajo. Me convencí de regalarme diciembre para descansar y huir de mis responsabilidades, pensé que iba a ver cambios en mi estado de ánimo, pero los días transcurrían y cada vez me sentía peor: más cansada, más triste, más irascible. 

“León enjaulado” cobró un nuevo significado para mí, todo y todos me molestaban, no encontraba mi lugar, sentía ganas de salir corriendo. 

Un día, mientras mis hijos corrían felices por todo el jardín tomé la decisión de atenderme, hice citas con todo tipo de doctores para tratar todos y cada uno de mis achaques. 

La cita a la que menos relevancia le di, fue a la del ginecólogo. Llegué muy fresca y manifesté que deseaba un chequeo general, ya que no tenía nada especifico que abordar. 

Después de responder un montón de preguntas, el doctor se levantó y tardó un rato en regresar. Cuando se volvió a sentar frente a mí, finalmente me armé de valor: 

“He sentido muchos cambios de ánimo… muy drásticos. No sé si es importante mencionarlo” 

“Con qué 35, ¿eh? Bienvenida a la premenopausia” 

Sentí que el mundo se me venía encima, imaginé mi cabello tornándose completamente blanco, mientras el efecto del bótox desaparecía completamente de mi rostro. 

Me reí del diagnóstico, pero el doctor insistió y me entregó un cuestionario. 

“¿Te has sentido deprimida, cansada y sin ganas de vivir?” 

Así que es normal sentirse sin ganas de vivir, pensé mientras exploraba el resto del cuestionario. Todo estaba frente a mí: el horrible síndrome premenstrual que me había perseguido el último año, el insomnio, la ansiedad, la depresión, el cansancio, la pérdida de memoria. 9 de 11 síntomas de premenopausia estaban frente a mí, me había quejado de ellos una y otra vez, sin saber siquiera que venían en combo y me estaban avisando algo. 

Al terminar el cuestionario me sentí muy mal, sentí que envejecí 20 años en una consulta de 40 minutos. Agarré el celular y le escribí a un grupo de amigas, sus respuestas me hicieron sentir peor: 

“Tu doctor, está exagerando, no creo que tengas eso” 

“No te preocupes, ya verás que no tienes eso” 

“Eso” como si se tratara de una enfermedad innombrable. Escuchar a mis amigas desacreditar a un experto, con tal de hacerme sentir mejor, en realidad tuvo el efecto contrario. Me hicieron sentir como si fuera un fenómeno, sonaban como si aceptar los cambios hormonales en tu cuerpo fuera algo malo o como si enfrentar la premenopausia a los 35 años me hiciera ser anormal. 

Le hablé a mi mamá y lo único que me dijo fue: “bueno, sí que los años han pasado” Me lo dijo tan normal, como cuando le anuncié mi primer periodo. 

Aunque no es muy común, la premenopausia puede llegar a partir de los 35 años. Una vez que el doctor la diagnostica y llegan los resultados de los análisis para determinar tus niveles hormonales, puedes empezar un tratamiento para regresar el equilibrio. 

Así que no, no todo es culpa de la cuarentena. Si sientes que no puedes con tus cambios de humor, te sientes cansada, deprimida o sufres con tu periodo más de lo normal, una consulta al ginecólogo nunca está de más. 

No hay que olvidar que las hormonas femeninas nos ayudan a mantenernos funcionando y que, si empiezan a faltar, nuestro cuerpo nos va avisar. 

Me siento mucho mejor ahora. Pero quise contarte esto para que, si a ti también te pasa, nadie te haga sentir mal. Es NORMAL, es parte de la vida. 

Maduremos felices, disfrutemos los años y todo lo que traen consigo.

Maria Hernandez Escalera

María ama las ventas y el Marketing Digital y es Cofundadora de Domiina Group. En su taller online Reto28 trabaja con mamás emprendedoras para acelerar sus ventas explotando el poder de las Redes Sociales. Visita www.reto28.com.mx para descubrir cómo Reto28 te puede ayudar a impulsar tus ventas en menos de 30 días sin invertir en publicidad.

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