Trascender por comodidad

Por Dona Wiseman

Hace meses que traigo el cuerpo algo contraído.  Bueno, mucho.  Estoy adolorida, lo cual no es nuevo ni raro, solo que había logrado apaciguar el dolor con yoga y pilates.  No quiero pensar cómo estaría ahora si no siguiera con el ejercicio.  Pasa que la incomodidad y el dolor se han hecho más evidentes desde mediados de diciembre, desde las denominadas “vacaciones”.  

Mi maestra de yoga me dijo hace días, “Pos, ¿qué traes aquí?”, mientras me apretaba un hombro.  Cualquier persona que en algún momento me ha tomado por los hombros sabe que los músculos de mi cuello y mis hombros parecen alambres y placas.  Antes, hace muchos años, así estaba toda mi espalda.  Hoy cede, a veces y a ratos.

La pregunta me provocó un poco de exploración, no de las gráficas típicas con sus clichés que dicen, “Si te duele la garganta, es que tienes algo que no has dicho”, sino de mis propias sensaciones.  Este fin de semana, en la formación en Gestalt (el famosísimo Pacofest), surgió como subtema la incomodidad y la ansiedad, y cómo pueden llevarnos al “darnos cuenta”.  

Si me permito la incomodidad, surge la posibilidad de ver las necesidades reales que tengo frente a la vida.  Entonces, si mi cuerpo está incómodo, y si suelto el ritmo de trabajo por un ratito (lo que obviamente uso en parte para distraerme y desconectarme), tal vez podré ver necesidades que no he podido identificar hasta ahora, o que he visto pero que he decidido no resolver.  

Surgen varias complicaciones al identificar necesidades.  Es posible que tendré que ejercer la tolerancia a la frustración porque la necesidad no es inmediatamente sujeta de satisfacción. Podría ser que busque la satisfacción de mi necesidad en un lugar equivocado, y que me desilusione al no tener la respuesta que deseo.  A veces satisfacer una necesidad me quita la opción de continuar en mi papel de víctima o mi hábito de vida de queja y malestar, o de aguante y resistencia.  Ya sé que parece ilógico que pudiéramos preferir estar “mal” a estar “bien”, pero estar “bien” es una experiencia muy fuerte.  Es difícil estar bien, y da miedo.

A mí, hoy, me toca revisar mi incomodidad.  ¿Qué actitud de vida encuentro en las partes de mi cuerpo que están tensas y adoloridas?  Una por una; siento, pregunto, escucho, recuerdo.  Reflexiono sobre el miedo, el susto, la soledad, la rabia, la tristeza, el sinsentido, la nostalgia, el vacío, el abandono, la traición; cualquier cantidad de temas que proponen necesidades que me son más o menos conscientes.  Y ¡a trabajar!.

Ante las incomodidades, solemos usar cualquier mecanismo para distraernos.  Pensamos que, al sentirnos incómodas, hay que resolverlo, sacudirlo, distraernos.  Propongo que no lo hagamos.  Las invito a explorar las incomodidades, cuando menos una.  Démonos un momento para estar en contacto con alguna incomodidad y a abrirnos a lo que nos enseña sobre nosotras mismas.  Una numeróloga, muy buena, nos compartió que este año es un año 5.  Significa que estamos en transición entre sobrevivir y trascender.  Creo que nuestras incomodidades, muchas de ellas, son síntomas de este movimiento.  Nada es igual.  Lo de antes ya no resuelve.  Trascendamos.

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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