ERA COMO TÚ

Por Dona Wiseman

“Mamá, es que ella era como tú.”  Eso dijo hoy en la tarde mi hija.  Una mujer fue secuestrada y asesinada.  Mi corazón abraza a sus hijos.  La secuencia de eventos no la sabemos nosotras, mi hija y yo.  Eso no importa.  Lamentamos mucho lo que ha sucedido.  Estamos en shock y muy enojadas.  A veces este tipo de eventos – injustos, violentos, trágicos – pega muy cerca de casa.

“Mamá, es que ella era como tú.  Era guapa, viva, activa, involucrada, confiada, ayudadora, maldicienta.  Confiaba en la vida, se movía en todos lados, era libre.  Sus hijos no tenían por qué preocuparse si se ausentaba un par de días, eso era normal.  Era admirada.  Ella importaba y le importaban a ella los demás.”

Fueron así los comentarios que escuché y leí en los días después de su muerte.  Conozco bien las fuerzas que se movieron para encontrarla y jamás volveré a renegar de esas chingadas cámaras de tránsito.  Cuando reportaron que la habían encontrado, hice una revisión de mi vida.  Sabemos que en cualquier momento podemos ser víctimas de…digamos que de personas desesperadas y malintencionadas.  Me es difícil juzgar a los demás (bueno, intento no hacerlo, aunque todos sabemos que mi carácter es especialista en ello) y no sé qué motiva las acciones de tantas personas violentas.  Tampoco eso es verdad, sí veo ciertas motivaciones en las acciones de otros, y en las mías.  No entiendo ni quiero entender, y no justifico. 

Tal vez nuestras motivaciones nos hacen vulnerables ante otras motivaciones.  Sí, creo que eso pasa con frecuencia.  Si a ella le hubieran dicho que no hiciera tal o cual cosa para no ponerse en peligro seguramente, como yo, hubiera hecho caso omiso.  Hay personas que preferimos pensar en el bien, creer en el bien, o que de plano somos pendejas empedernidas.  O quizás somos muy tercas y nos consideramos más allá del bien y el mal.  A veces ganamos y a veces perdemos. 

En estos casos creo en una especie de justicia, que tiene una vertiente espiritual, y tal vez terrenal.  Lo perdido está perdido.  No sé si hay ganancia, no creo.  No es momento para decir cosas ridículas como, “Todo sucede para bien” o “Hay que ser fuertes, es lo que ella hubiera deseado.”  Tampoco es momento para advertirnos, asustarnos, ni vivir en miedo para el resto de nuestras vidas.  Aun así, hoy me he y me han cuestionado algunos hábitos míos, estilos de vida que no creo vayan a cambiar mucho, pero que por hoy observo ante la vulnerabilidad y la impermanencia.    

Y esta noche, como en los días que han pasado, me vuelvo a encomendar a la magia, a los santos, y a mi fe en el fluyo de La Vida (así con mayúscula).  Deseo que el proceso de duelo sea… quiero desear que sea leve para todos.  Pero no quiero osar que pudiera intervenir en el proceso de vida de cualquier otro.  No estoy segura de poder alterar el propio.  Mejor envío un abrazo a todas y a todos los que pasan por momentos difíciles, de pérdidas irreconciliables.  Nunca seremos iguales. 

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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