LA IGNORANCIA Y LAS TOALLAS SANITARIAS EN LA BANQUETA

Por Dona Wiseman

Imposible que las redes sociales no alimenten mi tendencia a ser extraordinariamente pensativa.  Me encantaría considerarme filosófica, pero no creo llegar aún a esos niveles.  Resulta que hoy circuló una fotografía de una toalla sanitaria que todas nosotras conocemos, de esas ultra-largas para esos días en que sabemos que aún con la “protección” disponible, nos vamos a manchar.  En la foto, un hombre puso su pie a un lado y comparaba el tamaño de la toalla con su pie.  Dejemos totalmente de un lado el por qué estaba una toalla tirada en la banqueta y concentrémonos en que su comentario (desde su inocencia y desconocimiento) fue, “No sabía que estas cosas existían en este tamaño.” 

Señoras, ¡anuncio!  No me peleé.  Me merezco un premio.  Sí abrí una conversación con el hombre, desde la perspectiva de que en realidad los hombres saben poco de cómo es ser mujer, y nosotras sabemos poco de cómo es ser hombre.  Y para que descanse la consciencia de este amigo, las mujeres igualmente nos burlamos de los hombres, o hacemos bromas a costa de ellos.  Incluso llegamos todos a ser muy despreciativos con el “sexo opuesto”, y sí, estoy hablando de la parte de la sociedad heterosexual.

Lo que me pregunto es, ¿qué podemos hacer para, quisiera decir para eliminar esta situación, pero creo que lo prudente sería pensar solo en cerrar un poco la brecha?  Leo y escucho a diario las quejas y los comentarios que tenemos las mujeres en contra de los hombres.  Son fundados y válidos.  También leo y escucho las quejas y los comentarios que los hombres hacen sobre las mujeres.  Ahora sí, no sé si puedo decir que son fundados y válidos, porque no soy hombre y no he tenido que lidiar conmigo. 

A veces me da la sensación de que el intercambio entre hombres y mujeres parece pleito de niños de 5 años.  Y también me parece que no nos detenemos para considerar, o preguntar (que sería mejor), el por qué un hombre o una mujer se queja de la manera que lo hace.  Entonces, a veces decido cuestionar.  No cuestionar en sentido combativo, sino en sentido investigativa.  Sucede algo interesante cuando hacemos ese tipo de preguntas.  Las respuestas abren una línea de comunicación que arroja luz en, bueno, en todo.

Ayer que le expliqué al hombre el uso que las mujeres les damos a esas toallas extra-largas, hubo un momento en que él dijo, “Ahora me siento mal.”  Una respuesta común sería, “Qué bueno, lo mereces.”  Le dije que no tenía intención de hacerlo sentirse mal.  Me respondió que no se sentía mal por lo que le había dicho, sino por la situación que yo le describía.  Por los sangrados fuertes que provocan la necesidad de ese artículo que tanto lo había sorprendido. 

Se han puesto de moda los talleres y los trabajos de masculinidad.  Los de feminidad tienen ya mucho tiempo.  ¿Qué nos falta para incorporarnos, para que podamos trabajar cara a cara, cuerpo a cuerpo, corazón a corazón?  ¿Qué nos falta para reunirnos en espacios seguros, juntos, y compartirnos desde allí?

Hace muchos años di algunas pláticas de sexualidad en un hogar para niñas.  Las adolescentes tenían las ideas más distorsionadas sobre la sexualidad que he oído en mi vida.  Confieso que no supe qué hacer.  Me di cuenta de que lo que sabían sobre el hombre y la mujer (hasta física y fisiológicamente) estaba dictado por una gran ignorancia.  Así como la publicación de mi amigo (sí, ahora cuento a ese hombre entre mis amigos).  La ignorancia no es algo que decidimos.  Yo soy ignorante de muchas cosas, y Dios sabe que, si tuviera la opción real, no sería ignorante de nada. 

Estoy en proceso.

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

DEJA UN COMENTARIO

LECTURAS RELACIONADAS