Acompañar…

Por Clara F. Zapata Tarrés

Hoy me llegó una invitación en Facebook a un “ritual de la escoba”… No sé por qué pero apareció mientras movía mi dedito hacia abajo… ¿Será que soy bruja?

Y pues con eso ya me acordé qué me gustaría hacer si tuviera ese poder de viajar en mi escoba de bruja… Quisiera ir específicamente a Mitras Centro en Monterrey, dónde pasé unos pocos años de lo más intensos, placenteros y tranquilos cuidando mis macetas, viajando, trabajando como una loca y sobre todo muy enamorada…

Quisiera viajar a un río dónde nadé encuerada en el agua congelada, cerca del sur de Nuevo León, dónde descubrimos que las hojas, alrededor de los árboles empezaban a moverse voluntariamente al recibir un rayo de sol (tiene un nombre científico que no recuerdo)…

Me gustaría también regresar a mis 15 años cuando iba a comer a la casa del abuelo yugoslavo de un enamorado con ojos verdes. Agarraría la escoba, como Kiki, y me iría a repartir regalos a las fiestas dónde las borracheras borraban los dolores del corazón…

Pero sin ir más lejos, regresaría a este sábado pasado, dónde pude recordar un poco aquello en lo que me apoyaba y me sentía contenida. Este fin pasado pude escuchar música que probablemente me hubiera gustado en la juventud. Afortunadamente hoy los conciertos son mucho más accesibles y hay mucho de dónde escoger. Desde hace varios meses decidimos ir a un festival de música en Monterrey.

Estuvo Mélanie Martínez y también un grupo que le gusta mucho a mi hija que se llama Cigarettes after sex, quiénes tradujeron las impotencias, las burbujas del río de las menstruaciones, las lunas del renacer, las venganzas de los úteros dolidos, el romanticismo y las aventuras de los amores pasados y venideros.

Canté junto a mi hija de 12 años y las dos gritamos de alegría mientras la sangre salía de sus ovarios. Fuimos esas brujas de escobas poderosas. Más que pegadas físicamente, estuvimos juntas en alma y espíritu. Esta cantante quién es muy potente en sus letras, nos ha acompañado ya algunos años. No recuerdo cómo la descubrimos. Sus letras resultan obscuras pero retratan profundamente algunas de las inquietudes de las adolescentes.

Esa noche, a pesar de las circunstancias que a veces pueden atravesar el corazón adolescente, creo que logramos acercar las pociones y brebajes que mi hija y yo teníamos muy dentro. Cantamos las canciones, nos miramos de reojo con mucha complicidad y ella lloraba al escuchar algunas melodías y letras de esos 3 personajes vestidos de negro. Le pregunté por qué y sólo me respondió para calmar y tranquilizar: “Mamá, pues es que son canciones para llorar!”. Y cuando llegó Mélanie, fue como entrar a otro mundo lleno de renacimientos, colores, sabores y realidades alternas.

Los vaivenes que pueden traer las adolescencias son como oleajes. A veces hay marea baja, a veces hay huracanes y otras tsunamis. Este sábado pudimos conectar con esa parte brujil de cada una y saber que pese a todas las tormentas estamos realmente compenetradas y que poco a poco los misterios, los secretos y los asuntos aún no resueltos se mueven, cambian y despacito, nos enseñan que la vida puede resultar disfrutable y sobre todo amorosa.

Acompañar y al mismo tiempo vivir yo misma la experiencia de manera honesta, espontánea y sincera, me tiene anonadada. Y en mi contradicción diaria, en ocasiones pienso en que tal vez soy una eterna adolescente pero también reflexiono sobre que ser mamá es poder ser bienvenida al mundo tan complejo que puede tener mi propia hija, para poder darle la mano y saber que siempre, siempre, contará conmigo.

Clara Zapata

Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.

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