La solitud

Vivo sola. Estoy sola. Me siento sola. Quiero estar sola. Necesito espacio. Necesito tiempo.

Por Dona Wiseman

La soledad se define como la circunstancia de estar sin compañía o como el sentimiento de tristeza o melancolía que se tiene por la falta, ausencia o muerte de una persona. Viene del latín solitas que significa la carencia de compañía. En momentos de la vida nos encontramos solas, voluntariamente o involuntariamente. La soledad se trata como estado y también como sentimiento y cada una de nosotras tenemos distintas maneras de experimentarla.

La soledad absoluta no existe en realidad. Vivimos en familia y en sociedad y siempre hay alguien con quien mantenemos alguna cercanía. Creo que hay pocas personas para quienes la soledad no provoca dolor o insatisfacción. Buscamos contacto social si no vivimos en familia o en pareja. La soledad a veces, incluso, es vista como una forma de castigo. En las prisiones se impone como castigo el aislamiento. También a los niños les damos “tiempo fuera” cuando se han portado mal. Cuando vemos a una persona que vive sola, tendemos a pensar que es una persona triste o a asumir que estará buscando alguien con quien compartir su vida. Y en muchos casos, así es.

Monjes, escritores, artistas y personas que han salido de una relación problemático, o que han sufrido una pérdida, con frecuencia buscan la soledad para conectarse consigo mismos y buscar contacto con la divinidad, con la inspiración o con la paz.

En contraste con la palabra soledad, solitud me parece una palabra y un concepto hermoso, y no tan fácil de malinterpretar. Es una palabra anticuada y describe un estado buscado y apreciado. Evidentemente no todas las personas necesitan ni desean este estado que se contrapone al tiempo que pasa un individuo en contacto con otros. Se dice que mientras la soledad implica el sentimiento de la persona que se siente sola, la solitud es estar solo.

Hace casi un año que vivo sola. Recuerdo que mi hijo me cuestionaba, “No vas a aguantar vivir sola.” También recuerdo que un amigo, poco después de que me encontrara ya “sola” en mi casa, se sentó en mi cocina, miró alrededor y me preguntó, “¿Estarás bien?” El hecho de que exista quien me cuestione tanto comprueba que no estoy sola.

Especialmente en días festivos nos tendemos a preocupar por personas que vemos solas. No todas las que vivimos solas estamos solas. Hay muchas personas que se sienten solas aun cuando están acompañadas. Y creo que a muchas de las que viven en familia o en pareja les haría bien tener ratos de solitud. No pienso que un solo estilo de vida es el mejor. Lo que es mejor para mí irá revelándose a través de la vida misma, por épocas y por razones personales. Por hoy vivo sola más no estoy sola. ¿Tú?

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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