Por Daniella Monarez
Hace poquito me topé con un compañero de la escuela y entre pláticas, anécdotas y risas noté que más de un par de veces mencionaba que el ya “era viejito”, y yo solo pensaba, “vamos, apenas tienes 32”.
Y realmente logró ponerme a meditar. ¿Será que ya estamos viejos? Mi cabeza y mi alma lo niegan rotundamente, yo me siento joven con todo y mis más de 30´s, o cuándo es que dejará de gustarme mojarme con la lluvia o ver Bob Esponja.
Y es que a veces veo con gran confusión como la gente se queja tanto de su edad, añora lo que dejó de hacer por cumplir con unos cuantos roles que ellos mismos se los han impuesto. Esperar a tener 25 para casarse, esperar a casarse para tener un hijo, esperar a tener uno para tener dos, esperar a tener dos para quejarse amargamente de cómo no alcanza ni el tiempo ni el dinero, y en ese ESPERAR es cuando la vida avanza a pasos acelerados y nos va dejando de lado si es que se lo permitimos.
Digo, no es que sea fanática de la actitud “chavorruca”, ése es otro boleto, pero el sentirse tan viejo como decretarlo y mencionarlo en una plática en más de tres ocasiones, no es sentirse viejo, es serlo.
¿Cuándo se es suficientemente grande como para dejar de comer Pelón pelo ricoo para andar despeinada? O en cuestiones más serias, ¿cuándo se es viejo para que el cuerpo deje de importar? Como cuando finalmente aceptamos esa lonjita por flojera a hacer ejercicio.
Ya que dejar de hacerlo, fumar más, comer menos sano y dormir menos son cambios que se supone hacemos en la “vida adulta”, y son éstos mismos los que precisamente nos acercan a la vejez y a una vida llena de enfermedades y caos biológico.
Y aunque en nuestros días esté mal vista la vejez, no deja de ser un proceso natural de la vida misma, y a mi manera de ver las cosas, es una etapa que me fascina y me encantaría poder experimentar, ya sea que tenga nietos o esté jubilada o sea una viejita millonaria (¡háganme la buena!). Esos adultos mayores o welitos de amor, como me gusta llamarlos, son las personas que más vale la pena conocer, nada más con el simple hecho de imaginar la historia que un sujeto de más de 60 pueda tener y contar me hace querer ser parte de ese gremio algún día.
Lo importante aquí sería, llegar a ser un viejo libre, en cualquier sentido que aplique. Libre de enfermedades, deudas y conflictos, y para lograrlo es que se tiene que empezar desde ahora. NES