GATOS NEGROS Y SUS DESEOS

Por Dona Wiseman

Hay una gata negra en mi casa.  Nació allí, pero en la lavandería con tantos otros gatos salvajes que viven en mi patio.  Ella ha tenido muchas camadas de gatitos.  Ya sé, una persona responsable ya la hubiera operado para que ya no tuviera.  El problema es que ella no se deja agarrar.  Es más, antes vivía afuera pero un día escuché ruidos en la chimenea y era ella.  Bajó por el tiro de la chimenea y adoptó mi casa como suya, y comúnmente justo allí tiene sus bebés, en la chimenea.  Allí esta ahora mismo.  Esta vez tuvo a sus gatitos en un cajón de mi oficina.  Bajé el cajón a la chimenea, pero no antes de que tuviera el último gato en un sillón de la sala.  Ella es de armas tomar.  La camada anterior fue criada en una repisa de la sala, muy cerca a nosotros, su familia de dos patas.  No tiene problema con que agarremos a sus hijos, pero ella no se deja de ninguna manera, ni sedada. Ya intenté. 

Anoche soñé que logré tomarla y que antes de que brincara pude acariciar su costado.  Al sentirse segura se relajó y se acomodó en mis brazos.  Después de eso me seguía por todas partes y cada vez que me sentaba se subía a mi regazo.  Ronroneaba y frotaba su cabeza contra mi pecho.  Pedía lo que antes rechazaba.

Al despertar pensé que a veces nos (me) pasa como a esta gata.  Lo que más queremos o necesitamos es lo que más nos negamos.  Atención, caricias, compañía, cuidados…  A veces, muchas veces, lo que pedimos con la voz es justo lo contrario de lo que deseamos.  Decimos que estamos bien, que no necesitamos nada, cuando en realidad, si buscamos un poco más adentro, debajo de lo habitual y del impulso inicial, encontramos que no estamos bien y que necesitamos muchas cosas.  Pienso que, a la gata, a la que llamo “Mama” (así, sin acento), le gustaría formar parte más cercana de la familia (Wawy, Katniss, Squirt y yo), pero no se atreve, no se deja. 

En el consultorio y en talleres he hecho mucho trabajo con sueños – míos y de otros.  Siempre que sueño intento revisar los temas que mis sueños me presentan.  No hago “interpretaciones de sueños”, así que ni me lo pidas.  El sueño, cada sueño único, le habla al soñante.  Creo que este sueño habla a gritos.  Y estoy segura que, en esta ocasión, no me habla solamente a mí. 

Dona Wiseman

Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.

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