EL FUTURO DEL PATRIMONIO

Por Argelia Dávila

“Una vida que no ha sido examinada, no merece ser vivida.”
-Sócrates

En el marco del día internacional de los monumentos y sitios históricos que se conmemoró el pasado 18 de abril, vino a mi memoria que justo una semana antes en varios medios de comunicación, se presentaba la noticia sobre un derrumbe en un inmueble patrimonial en el municipio de Cerralvo, Nuevo León, en donde, desgraciadamente perdieron la vida dos personas[1].

Este hecho a su vez, me hizo pensar en la Casa Alameda o la “casa roja” como la conocíamos coloquialmente aquí en Saltillo. El siniestro que consumió casi en su totalidad este edificio que data del siglo XIX y que se encuentra ubicado a un costado de la Alameda Zaragoza, en el cruce de las calles de Purcell y Ramos Arizpe en pleno centro histórico de la ciudad.

La casa Alameda, de estilo francés, pisos y techumbres de madera, fue sede y albergó  diversas instituciones educativas, desde infantiles, hasta universitarias como sería la Escuela Superior de Música de la Universidad Autónoma de Coahuila, entre otros.

Estos hechos se dieron el día 18 de julio de 2019 en la madrugada y según las autoridades pertenecientes a los cuerpos de bomberos y protección civil, se declaró como pérdida total. En este caso, predominantemente local, no hubo pérdidas humanas. Pero las pérdidas materiales e históricas son inconmensurables.

Ya hace casi dos años de la tragedia y el inmueble sigue ahí, tal cual lo dejaron los cuerpos de seguridad local. Se ha dicho de manera no oficial que lo van a derrumbar, que no tiene remedio ya que su estructura quedó severamente dañada y que es muy peligroso entrar por lo frágil que quedó su estructura.

Cuando hablamos de nuestro patrimonio, monumentos o sitios históricos, hablamos no solamente de inmuebles sino de memorias, de imágenes que se quedan en nuestro imaginario, en nuestra mente o en nuestra conciencia. Nos hacen ser quien somos como comunidad.

Y volviendo a la conmemoración del “día del patrimonio” me pregunto: ¿Qué tan lejos se encuentra nuestra voluntad como ciudadanos de preservar, conservar y defender nuestro patrimonio, de la voluntad de las autoridades? Richard Sennet, sociólogo urbano en su ensayo publicado en la revista Otra parte afirma que:

“Las ciudades donde todos quisieran vivir deberían ser limpias y seguras, tener servicios públicos eficientes, apoyarse en una economía dinámica, proveer estímulos culturales y, al mismo tiempo, esforzarse por remediar las divisiones sociales de raza, clase y origen étnico. No son las ciudades en que vivimos. Las ciudades fracasan en todos estos aspectos a causa de políticas gubernamentales, males sociales irreparables y fuerzas económicas que escapan al control local.” (Sennet, 2006).

Entonces vemos que nuestra ciudad es un sistema complejo -como lo son todas las ciudades- en donde se entremezclan y entretejen todas estas características de los habitantes, los cuales, hacemos también la ciudad, sin embargo pregunto: ¿Cuáles son las posibilidades de que exista una relación armoniosa entre la ciudad, sus habitantes y las autoridades que la dirigen? ¿Cómo crear ciudades en donde el diseño de las mismas y sus imágenes inviten a que el habitante se identifique y se apropie de ellas? ¿Necesitamos tener un “día del patrimonio” para recordar que nuestras ciudades significan nuestro caminar en tiempo y espacio? ¿Cómo hacer un balance entre nuestro patrimonio construido y nuestro presente, para no tener calles con vistas escenográficas?

El patrimonio se construye día a día. ¿Cuál es el patrimonio que tendrán nuestros hijos y los hijos de sus hijos en 100 años?

Referencias
Sennet, R. (2006). La ciudad abierta. La otra parte. Publicación en español con autorización del autor. Berlín, noviembre de 2006. Pag. 26-32


[1] https://www.milenio.com/cultura/patrimonio-buscan-a-duenos-de-las-curenas-para-su-conservacion?fbclid=IwAR39Iokud-F__NkC5vCTcNfGhOOroAu_nTCHKBXbOg8veydRgKu9jaGn824

Argelia Dávila

Soy arquitecta, mamá, maestra y siempre alumna, me encanta la fotografía, me maravillan los espacios, la luz y el lenguaje, lo que hay en ellos, lo tangible pero sobre todo lo intangible. Tejedora de ideas.

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