CUANDO EL FUTURO NOS ALCANCE

Todas las culturas, en cualquier latitud, se relacionan de un modo o de otro con la muerte y esta relación determina su propia vida y su pensamiento, lo cual les da sentido.

Por Argelia Dávila

La tradición del día de muertos en México es la fusión o el sincretismo que resulta de largos procesos culturales. El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), que es el organismo creado para coordinar políticas, organismos o dependencias tanto de carácter cultural como artístico, afirma que en nuestro país más de cuarenta grupos indígenas mantienen rituales asociados con esta conmemoración. Además, esta festividad indígena dedicada a los muertos fue declarada en 2003 por la UNESCO como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad que además de invitarnos a conocer, también nos exhorta a divulgar los valores culturales de la misma.

Todas las culturas, en cualquier latitud, se relacionan de un modo o de otro con la muerte y esta relación determina su propia vida y su pensamiento, lo cual les da sentido. Las costumbres y tradiciones de las ciudades, comunidades, poblaciones, barrios o grupos sociales, son específicas de cada una y conforman su cosmovisión. En México, estas costumbres y tradiciones nos dotan de identidad, se ven reflejadas en la cultura y en lo que nos hace ser habitantes de este país, que además es motivo de orgullo que seamos reconocidos a nivel internacional como uno de los líderes culturales del continente.

En otro sentido, la arquitectura también se relaciona con esta festividad o conmemoración, esta arquitectura efímera y que además es simbólica y ritual, se expresa de variadas maneras, desde los arcos de flores de cempoalxúchitl que es la flor que representa y simboliza esta celebración, así como la organización de los espacios rituales que además son acompañados de danza, música y canto. Además de que el arte en sus diversas manifestaciones confluye en esta celebración, también tuvieron que fundirse dos culturas que dieron como resultado que la Fiesta del Día de Muertos sea un encuentro entre dos mundos: la tradición católica y la tradición precolombina, pero además, una diversidad de manifestaciones en la heterogeneidad étnica y cultural de México. Tal como menciona Mendoza: “el sincretismo no es sólo una forma de aculturación, es también una amalgama de sistemas simbólicos que dan paso a un nuevo sistema de códigos”. Es decir, un lenguaje que se creó y adaptó con el tiempo y que fue conformando nuestra identidad y nuestra cultura.

Para ampliar el término de arquitectura efímera, recurro a explicar primero; que al pensar en arquitectura, lo más común es imaginar edificios creados para perdurar y sobrevivir el paso del tiempo por generaciones. Sin embargo, en este caso, dichas construcciones son proyectadas para durar un determinado tiempo per se, es decir, el diseño es pensado para después desmontarse o quitarse. En este sentido, nuestras tradiciones y costumbres constructivas, religiosas ya sean prehispánicas o católicas desde mucho antes recurrían a la arquitectura efímera dependiendo de las necesidades a cubrir. Dicho lo anterior, podemos entender ahora que los espacios ceremoniales, rituales y demás circunstancias que involucran al espacio que habitamos, está relacionado con este tipo de arquitectura, que requiere un proceso de planeación del mismo, en donde la línea que rige su organización es la tradición, la cultura y la identidad de quien lo realiza.

Sin embargo, estas tradiciones ricas en imágenes, colores, sabores, olores, sitios de alto valor cultural que es visible, tangible, pero también intangible, inmaterial, tradiciones que también son orales, manuales, de creencias, leyendas y mitos que se han conservado y adaptado al paso del tiempo tanto en sus festividades ancestrales como en su arquitectura o zonas arqueológicas en su caso, según Hiriart a pesar del desequilibrio urbano, social y económico y sobre todo de la folclorización y banalización que han impactado a estas costumbres y tradiciones en las últimas cuatro décadas del siglo XX, el autor afirma que muchas de estas tradiciones, sobre todo en el estado de Michoacán, son presa de las políticas públicas que privilegian al turismo “supuestamente” para el desarrollo de las comunidades, y agrega que “otras fiestas y tradiciones son utilizadas en muchos casos por un turismo desmedido, cuya característica principal es la explotación comercial alejada de toda sustentabilidad cultural o natural” y que además pone en grave riesgo la conmemoración que se degrada por los festejos triviales masivos y la comercialización excesiva de los espacios públicos.

El tema es por demás relevante para la conservación de nuestra identidad y de nuestras tradiciones, sin embargo, en aras de la comercialización y globalización se cae en el peligro de que se le dé más importancia a lo menos transcendental.

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Fotografía de Ricardo Braham.

Argelia Dávila

Soy arquitecta, mamá, maestra y siempre alumna, me encanta la fotografía, me maravillan los espacios, la luz y el lenguaje, lo que hay en ellos, lo tangible pero sobre todo lo intangible. Tejedora de ideas.

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